SÓLO TIENES UNA MUERTE

LOU CARRIGAN

Presents
 
POR UNA NOCHE LOCA
(extenso y documentado ensayo secreto sobre el alcohol y sus efectos, del que se ofrece aquí un extracto en forma de carta dirigida a un imprudente bebedor al que llamaremos Turbinátor)
 
Con el asesoramiento de Baco
 
BACO 
 
El vino ha en sí grand poder, é es cosa que obra contra toda bondad.
Ca el faze a los omes desconocer á Dios é á sí mismos, é descobrir las poridades é mudar los juyzios: é cambiar los pleytos, é sacarlos de justicia, é de derecho.
Dicho Antiguo
  
Escucho decir que los amantes del vino serán condenados.
No existen verdades comprobadas,
pero hay mentiras evidentes. 
Si quienes aman el vino y el amor están destinados
a bajar al Infierno, vacío debe de estar el Paraíso.
Omar Khayyam.  

CONDUCIR BORRACHO = MATARSE MUY MUERTO
 
CHOQUE
 
BORRACHERAS, CANCIONES Y EPITAFIOS
Tal intenso aroma de vino emanará de mi tumba que los transeúntes se embriagarán.
Tal serenidad rodeará mi fosa que los amantes no se podrán alejar.
 
 Esto de matarte bien muerto quiere decir que no sólo te matas, sino que te matas del todo.
 
O sea, que te vas para no volver.
Conviene que te asegures de ello, aunque sólo sea para evitarte el rollo que en caso contrario te colocarían tus familiares y amigos dándoselas de listos:
–¡¿Has visto?! ¿Lo ves? ¡Ya te lo decía yo, que conduciendo borracho te ibas a matar cualquier día!
Su inconsecuencia sería enorme, como demostraría el hecho consumado de que si te hablaban sería porque no estabas muerto y en cambio ellos se estarían expresando como si lo estuvieras, o sea, como si se hubieran salido con la suya de que te murieses para poder fardar de profetas.
O quizás es que a tus familiares y amigos les gusta hablar con los muertos.

 

Porque en esta vida hay gente para todo, empezando por los sádicos, terminando por los masoquistas, y poniendo en medio a los políticos, a los cuales tres grupos o pandas, dicho sea con el debido acompañamiento de un displicente corte de mangas, les gusta lo mismo, o sea, provocar sufrimiento.
Dejemos esto.
Hablemos de ti, Turbinátor.
De tu turbulento coche meteórico.
Del néctar de las uvas y similares.
De lo bestialmente emocionante que se pasa conduciendo a toda hostia estando borracho.
Ya. Te preguntas por qué te llamo Turbinátor, ¿verdad?, pero tengo la certeza de que deduces más o menos cuál ha sido mi proceso mental para llegar a la elección de este nombre que tan merecido tienes.
Hombre, claro: porque es seguro que tienes un coche con turbo o un similar.
¡Pues no faltaría más!
Pero fíjate que digo que lo deduces más o menos, es decir, no del todo, porque seguro que no has adivinado que te he puesto el nombre apoyándome también en un juego de palabras que yo mismo me he inventado: Turbo y Nato.
O sea, que eres un turbo-conductor nato, ¿comprendes? Nacido para el turbo, vamos. Hay que ser moderno.
En un principio, considerando tu especial y gustosísima predilección por el vino, se me ocurrió asignarte el nombre de Polifemo, pero enseguida pensé que sin duda tienes dos ojos, y entonces el nombre de Polifemo ya no te encajaba.
¿Polifemo?
Sí, hombre, me refiero a aquel gigantesco y monstruoso cíclope –ya sabes que los cíclopes sólo tienen un ojo, en medio de la frente– que se quería comer a Ulises y a sus compañeros como si fuesen gambas, pero va Ulises, le dice que con las uvas le puede preparar un gustosísimo brebaje del que Polifemo no tiene noticia, le convence, y entre todos pisan yo qué sé cuántas toneladas de uva, con cuyo mosto emborrachan al incauto Polifemo, y cuando éste se halla celestialmente borracho regurgitando las delicias del vino ingerido, le queman el único ojo con la punta ardiendo de un tronco, vaya mala leche, tú. Incluso más que el propio Polifemo, que el pobre sólo quería comer, no beber aquella pócima desconocida, la cual, todo sea dicho, a partir de entonces contribuyó a hacer llevadera su ceguera. En cualquier caso, Polifemo, como tú, fue víctima de su inclinación al mosto. Un ilustre predecesor tuyo, vamos. Pero bueno, yo no estoy aquí para contarte la historia de Ulises ni de Polifemo, que eso ya lo hizo un colega mío llamado Homero, sino para hablarte del asunto de conducir estando borracho.
Es claro, respecto a cómo conducir estando borracho hay muchas maneras, pero la mejor es la tuya, no la de cuatro ridículos palominos timoratos, anodinos e insignificantes.
Ni punto de comparación.
Tu borrachera es la mejor de las borracheras, la gratuita, la porque sí, la basada en el <qué coño, ¡no tengo nada mejor que hacer…!>. Y es que incluso en plan de gran borracho se puede tener clase.
Porque hay otros borrachos que también se escoñan, claro, pero ésos no tienen mayor interés en lo personal, y además se emborrachan legalmente, como por ejemplo el padre de la novia, el cual se ha achispado en la boda, o la reciente viuda que celebra su buena fortuna nada más salir riendo del conyugal funeral; o el viajante buenazo que se ha hinchado de contar chistes mientras comía (¡y bebía!) en la fonda con los colegas; o el respetable cabeza de familia que se entrompa tontísimamente el domingo en el restaurante campestre, al que ha ido con toda la familia a comer una paella o un cocido y para los niños piden pollo asado con patatas fritas y coca-cola…
Borrachos y borracheras, a montones.
Pero a mí la borrachera que me cae bien es la tuya, y el borracho que me emociona hasta el arrobamiento eres tú, Turbinátor, te admiro hasta los tuétanos. Hace falta tener cojones, talento, imaginación y perspicacia para matarse como lo haces tú, con inusitada elegancia y oportunidad a los dieciocho o veinte años y así escapar de este valle de lágrimas lleno de gilipollas y, claro está, de gilipolleces.
Lo del valle de lágrimas lo digo porque es bien sabido que a la Tierra hemos venido a sufrir, ¿no es así?, pero no tú, que eres todo un lince. ¡Joder si tienes vista, chaval…! Porque fíjate, matándote a los veinte años te ahorras nada menos que cincuenta o sesenta mierdosos años de sufrimiento terráqueo.
Fascinado me tienes.
Así que nada, bebe tranquilo, chaval, que son cuatro días, y la gente que te critica es porque son de natural unos capullos mojigatos timoratos y unos aguafiestas miserables y envidiosos por naturaleza.
¡No les hagas caso!
¡Y menos que a nadie a tu madre!
Yo te comprendo.
Lamentablemente, hay por ahí una gentecilla que carece de visión del valor y de la abierta intelectualidad necesaria para comprenderte, gentecilla que vive a cuarenta por hora y que, claro, se sorprende e incluso se escandaliza si se entera de que tú vas a doscientos cuarenta por una autopista cojonuda.
¡Porque mira que hay autopistas cojonudas…!
Bueno, y carreteras sin peaje también, claro que sí, todavía quedan algunas…, al menos por ahora, que yo me las veo venir, y a ver cuánto duran. Y hasta tenemos carreteras locales que van de cojón de mico para echar una carrerita con el turbo a ver quién asusta más cabras, conejos y absurdos campesinos de esos que todavía pretenden vivir de su trabajo en el campo. Gente malvada, estos campesinos, que sólo porque con su esfuerzo hacen producir a la tierra todo el alimento para los habitantes de su país pretenden vivir de eso.
¡Duro con ellos!
Pero sigamos con la gente que no te comprende.
Nada, chaval, no les hagas ni caso.
Tú a lo tuyo: ¡a conducir borracho, que la vida es una fiesta, tienes más razón que un muerto! Y ya me dirás tú dónde se ha visto una fiesta sin vino. Sin mujeres bueno, porque ya sabemos que a unos les gusta una flor y a otros les gusta un cardo, ¡pero sin vino…!
Permíteme que una mi voz a la del buen Omar para decirte:
 
¡Bebe tu vino! Lograrás la vida eterna.
El vino es el único capaz de restituirte la juventud.
¡Divina estación de las rosas, el vino y los buenos amigos!
¡Goza del instante fugitivo que es tu vida! 
 
En verdad que la vida es un instante fugitivo, y tú lo sabes mejor que nadie, pues en un fugaz segundo te has hecho mierda contra esa estúpida farola que algún cabrito puso en tu camino.
Lo de restituirte la juventud lo decimos Omar y yo porque supongo que si te juegas la vida por un <lléname acá esta copa> es debido a que ya estás cansado de ella –de la vida, no de la copa–; y uno sólo está cansado de la vida cuando es viejo, o sea, cuando ya ha vivido mucho y, a veces, incluso demasiado. Pero calla, hombre, que tu caso no es ése, que habíamos quedado en que tú lo que quieres es disfrutar de esta fiesta que es la vida, y puesto que cada cual la disfruta a su manera, tienes derecho a gozarla conduciendo tu turbo juvenilmente borracho, verbigracia.
Faltaría más.
Te comprendo, insisto.
Estoy de tu parte, lo juro por el vino que mamaste.
Pero volvamos a lo de antes: ¡pues no se ha de pasar bien ni nada empapado en vino como un bizcocho, jugándose los huevos a doscientos cuarenta por hora sobre dieciséis válvulas y dándole al turbo…!
La envidia que me das, chaval, pero cada cual es cada cual, y no todos tenemos tu valor, hay que resignarse y aceptarlo.
¡Y lo bien que sabes matarte!
Es que te admiro, joder. Fíjate, sales disparado cantando eso de <Asturias, patria querida>, o eso otro de <¡A Pamplona hemos de ir…!>, y en un periquete te das de morros contra un sexteen tons, a consecuencia de lo cual quedas convertido en una fragante hamburguesa.
¡Eso es tener talento!: de una merluza hacer una hamburguesa.
Y en lo de estar muerto no te gana ni Ramsés II, porque eso sí, tú eres de los que saben cumplir. Te digo esto porque los hay que van fardando de chulos por ahí, pero a la hora de la verdad se cagan de miedo y se mean de vergüenza. O al revés. Mucho morro es lo que tienen. Venga presumir de que <mañana me la pego>, pero a la hora de la verdad se acojonan.
Pero tú no.
Tú eres un pura sangre.
Vamos, que tienes casta. Como esos toros que (según dijo por la tele un sabio excelso y de admirables luces mentales e intelectuales y de imaginación exquisita) saben que han nacido para morir en un ruedo valientemente y satisfechos de cumplir así su honroso y ejemplar destino a manos de un romántico y folclórico torero. Porque hay que ser rematadamente imbécil para creer que a un toro lo que de verdad le gusta es el sol, el buen pasto y una vaca (o mejor, varias, y con hermosas ubres), y campo abierto y morir apaciblemente de viejo en la dehesa a la luz de la luna. ¡Qué estupidez, morir de viejo plácidamente tumbado al sol o a la luna sobre el tierno y aromático pasto y rodeado de histéricas vacas viudas llorosas provistas de repugnantes ubres, pudiendo en cambio morir gloriosamente picado, banderilleado, estoqueado, apuntillado, y grandiosamente puteado para finalmente ser arrastrado dejando un rastro de sangre que brota de su morrillo y de su morro abierto en un gesto de incomprensión, de cansancio infinito, de estupefacto dolor y de alucinante agonía…!
Esto, esto es lo que quiere el toro: ¡la gloria de morir a lo grande, con magnificencia, dándole grandiosidad y dignidad al insobornable destino!
Pues lo mismo tú.
Tienes casta y respeto por tu misión y tu destino en la vida, y bien que lo demuestras: puesto que has nacido para hacerte picadillo con tu turbo y llenar de júbilo a la compañía de seguros, ¡a cumplir como los buenos!
Cabe en lo posible que tus familiares no celebren tu muerte total, porque sobre todo algunos padres y madres (¡esas madres que siempre están dando el coñazo!) son muy raros, pero la compañía de seguros se derrite de gusto. ¡Imagínate, tener la oportunidad de demostrar lo honrada que es pagando la cantidad en la que ha sido valorada tu vida, o el coche, o todo junto…! Sin duda tienen auténticas y torrenciales hemorragias de satisfacción, así que no comprendo por qué los fines de semana las compañías de seguros usan sus resortes de poder para hacer decir por la tele, la radio y otros medios de presión, manipulación y mentalización que tengamos cuidado en la carretera, ni por qué han impuesto lo del casco y el cinturón de seguridad, ni por qué se han molestado en endurecer y encarecer las normas de circulación. No lo comprendo.
Pero a ti sí te comprendo.
¡Eres un héroe, qué duda cabe!
Sobre todo cuando te metes en el carril contrario de la autopista y en vez de ir vienes.
¡Qué imaginación, qué talento, qué coloso de la aventura…!
El otro día te diste el beso de la muerte con un coche en el que iba un señor que luego se supo que era calvo, que llevaba bigote, y que regresaba a su casa después de quince días de ausencia, pues era viajante. Algún cretino pronunció la aberrante y repudiable vulgaridad de que el viajante en cuestión era uno de esos héroes anónimos que se ganan la vida trabajando sin hacer daño a nadie.
¡Qué estupidez!
Aquí no hay más héroe que tú, pues el otro murió sin querer, o sea, sin desearlo ni poner en ello voluntad alguna, y a lo mejor hasta se le pusieron por corbata cuando te vio llegar, o sea, que era un miedica miserable sin más méritos que el de haber nacido, y eso ni siquiera fue un mérito propio, sino un laborioso e injustificado esfuerzo por parte de su madre, pobre mujer, molestarse en parir semejante inútil, incapaz tan siquiera de tener la voluntad de morir, menudo borde. Pero tú no. Tú lo hiciste a propósito, con toda deliberación, desparpajo y alegría.
¡Ni punto de comparación, vamos…!
Eso sí: recuerda que cuando hagas una cosa de éstas tienes que asegurarte de que te matas bien muerto.
No, no lo digo porque si no te matas después te van a hinchar a hostias, sino porque si no te matas bien muerto, imagínate, puedes quedar multimutilado, o ciego, o parapléjico o tetrapléjico perdido y teniendo que soportar el propio cabreo por haber hecho el burro. Porque una cosa es tener la mala suerte de quedar disminuido a causa de un auténtico accidente, o sea, algo que era impensable y/o imprevisible, que eso, además de ser absolutamente disculpable, debería estar mitigado y compensado con creces a base de caricias y prebendas y otros muchos goces que todavía te puede ofrecer la vida…, y otra cosa es que te juegues ésta a estilo campeón admirable, que no te mates, que quedes convertido en un inválido, y que, para más desmerecimiento, hayas hecho perder la vida a otros.
O sea, que tienes que asegurarte de que te matas bien muerto.
Y cuanto antes.
Por cierto que a estos otros, a estos que tú matas, seguramente no los dejan entrar en el cielo porque suben allá profiriendo groserías como por ejemplo la de cagarse en tu vida y en tus muertos, y ya se sabe que en el cielo no se admite la blasfemia ni la palabra soez.
(¿O esto es en España…?)
Pero, vaya, ¿a ti qué coño te importa todo esto?
¡Ja, ja!
Además, que no siempre que te emborrachas coges el coche, qué manía, también puedes ser borracho de a pie, o sea, lo que podríamos llamar un borracho peatonal. Claro que no es lo mismo, porque yendo a pie, yendo de mamón andante, los riesgos son mucho menores, o sea, que todo tiene mucho menos mérito.
Pero también puede ser divertido.
El caso es beber. Razón tiene Omar cuando dice:
 
¡Vino! ¡Vino en torrentes! ¡Que explote en mis venas! ¡Que bulla en mis sienes!
 
¡Ja, ja! ¿Te acuerdas de aquel día que llegaste borracho a tu casa y después de atizarles unos sopapos a los niños porque te molestó que te miraran asustados echaste fuera del piso a tu mujer, completamente desnuda y diciéndole que fuese al monte a follar con los cabrones? ¡Ja, ja!
Ah.
¿No eran tu mujer y tus hijos?
¿Pues quiénes eran?
Hostia.
¿La familia de tu hermano, que estaba de viaje, y lo que tú querías era follarte a la mujer de tu hermano, y ella no quiso, y los niños lloraban asustados, y…? Chico, perdona. Creí que eran tu mujer y tus hijos, pero si eran de otro que se jodan, no faltaría más. ¡A ver si la estrecha de tu cuñada se va a salir con la suya de hacerte el feo de no dejarse follar por una maravilla como tú! ¡Será desagradecida esa mala…!
¡Bah, dejémosla, desdichada criatura, y continuemos hablando de ti, de tu grandiosidad incomparable! Grandiosidad que en buena parte se la debes al vino, que refuerza la personalidad, eso hay que admitirlo. Entre tú que ya de natural eres gallardo, bizarro y arrojado, y el buen vino ingerido en buena hora y con gran provecho, no te digo nada, el admirable binomio que formáis para montaros el gran juergazo.
A mí, personalmente, lo que me produce profundísimos calambres de admiración y envidia es cuando dicen que te han encontrado hecho cachos pero con la bragueta abierta dejando al descubierto la flauta, y sujetando en una mano las bragas de la chica que estaba contigo formando la hamburguesa.
¡Joder, qué detalles…!
La baba se me cae de pensar en tu grandiosa gozada y en la de cosas que debiste de hacerle a la chavala antes de matarla.
¿Qué dices?
¿Que no la mataste tú, que fue un accidente…?
Venga, no seas modesto: un accidente es cuando uno va con cuidado y tiene mala suerte y/o sucede algo imprevisto, como le ocurre a cualquier soplapollas mariquita de mierda, que vive con menos gracia y emoción que un garbanzo.
Pero cuando uno se abre la bragueta para que le hagan un solo de flauta, le arranca las bragas a la chavala, y todo ello sin quitar el pie de los doscientos por hora, eso no es un accidente, es un acto deslumbrantemente imaginativo, osado, divertido, cachondón y sobre todo glorioso, así que no quieras restarte méritos. A cada cual lo suyo, que yo no sé qué manía tenéis de quitaros importancia los que sois verdaderamente grandes y admirables. Es como si a mí me dieran el premio Nobel de literatura y yo dijera que nada, que no tengo mérito alguno, que eso se lo dan a cualquiera… ¡Anda ya, guapetón!
Hombre, y hablando de literatura: no es que pretenda dármelas de poeta ni de melódico, pero me gustaría cantarte una coplilla que se me ha ocurrido, por si alguna vez quieres utilizarla en lugar de lo de <Asturias, patria querida>. Aunque no sé, tengo el pálpito de que a la encantadora Asturias y a la no menos encantadora Pamplona las has dejado en paz de una puñetera vez, y ahora te trinchas los oídos escuchando rock y cosas así que te ponen a mil la sangre y los sesos. Esos sesos que han sido hallados en la carretera y en los arcenes convertidos en un espectacular batido indescriptible pero de indudable vistosidad cromática.
Y es que además de héroe eres un artista: te matas, y conviertes el asunto en una obra de arte pictórica. ¡La de sugerentes charcos y preciosos arabescos que formaba tu sangre mezclada con tus sesos alrededor del coche, y hasta en las ramas de un árbol cercano, y no digamos en el techo del vehículo!
¿Y el detalle de que una de tus manos apareciera en un sembrado y uno de tus cojones en el maletero?
Qué exquisiteces. Loco de envidia me tienes.
¿Quieres creer que siento repeluznos de gozo pensando en que quizás algún día yo tenga el valor de imitarte…?
Pero dejemos eso.
Te estaba hablando de una coplilla.
Hela aquí:
 
¡Él vino en un barcooooo,
lleno de botellaaaasss,
lo encontré hecho mierdaaaa…,
muerto de bebeeeerrrr,
cuando el blanco faro…!
 
Si te gusta, te la regalo, que ya está bien con lo de Asturias y Pamplona, joder. Lo del rock, vale.
El otro día, que fui al cementerio para despedir de esta vida a un vulgar personaje muerto despreciablemente de infarto al pie del cañón laboral, me fijé en una tumba que en lugar de tener flores de cera o angelitos de mármol o alabastro como adorno tenía una especie de pirámide, o catedral, no sé, hecha con botellas de whisky.
Una obra de arte, chaval.
Te la recomiendo.
Lo que no me acabó de gustar fue el epitafio, escrito sin duda por algún malasombra, y que decía así:
 
Aquí yace un niño chulo
que rompiose incluso el culo:
iba conduciendo un coche
tras mamar toda la noche.
 
Hay gente que no sabe apreciar nada.
Pero yo sí aprecio bien tu valor y tu inteligencia.
Porque no me negarás que lo de matarse bien muerto con el coche es una muestra de inteligencia en estos tiempos en los que la gente es tan desquiciantemente idiota que se pelea si es necesario a mordiscos por conseguir un puesto de trabajo.
O yo he perdido la brújula del rumbo de la vida, o la humanidad está en declive degradándose a niveles bestiales.
¡Pelearse por tener trabajo…!
Si se me permite la expresión un tanto carca y obsoleta pero oportuna, es una actitud inicua. Lo tuyo sí que tiene sentido y es decente: beberse unas copitas de vino con los amigos, darse un paseo en coche con los mismos, o bien tocando magras o mayores delicadezas femeninas, y ¡hala, de la autopista al cielo! Porque para lo que dejas aquí abajo, ya estás bien ahí arriba, imputrescible y/o imputrible lugar lleno de esforzados héroes inteligentes como tú; héroes que te han precedido en este camino pleno de emoción que es el de la muerte súbita y conseguida con manifiesta mala folla (por más que sumamente admirable y envidiable, ya te digo) y que conduce a una serie de excelentes experiencias espirituales de lo más gratificantes…
Cuando menos, eso es lo que se desprende de este mensaje que te enviaron vía telepatía:
 
En el cielo te esperamos
felizmente trompas todos,
aquí hay buen vino y barato,
¡pedir más sería pecato!
 
Y claro, ¿quién se resiste a tan económicas y felices perspectivas?
Ah, sí, lo del epitafio. Se me ha ocurrido uno especial para ti, para que te lo graben en la lápida, y que sea digno de las lágrimas de tu madre, esa absurda y pesadísima mujer que nunca te comprendió, y que además es una egoísta, pues quería retenerte a su lado en lugar de respetar con gozosa sumisión tus angelicales deseos de ir prestamente a la gloria.
Atiende, qué preciosidad:
 
        Prefiero morir borracho
que vivir cual mamarracho.
 
De nada, hombre. ¡Para eso estamos los amiguetes! Ya se sabe: hoy por ti, mañana por mí. ¿O no? Y además, ya ves que con ese epitafio te doy toda la razón: para estar aquí de mamarracho mejor te vas al reino donde no existe el dolor.
Y si ese epitafio no te ha gustado, tengo más.
A ver qué te parece el que sigue:
 
Este que la tumba ocupa,
se emborrachó,
se estrelló,
y lo encontraron con lupa.
 
¿Te gustan?
Hombre, gracias; siempre resulta mínimamente gratificante que a uno le elogien su esfuerzo y su trabajo, aunque sea breve, sucinta y envidiosamente… ¿Qué dices? ¿Que quieres leer otros epitafios, para tener más donde elegir?
Encantado.
Por mí que no quede. Pide, pide, que los muertos tenéis derecho a todo… A propósito de muertos, te comunico por orden de importancia y cantidad las cinco primeras causas de muerte entre la juventud de países “avanzados”: accidente, homicidio, suicidio, cáncer, sida. Y encima, sobre todo y precisamente respecto a los muertos en accidente –la mayor parte, con mucho, debido a conducir estando trompas perdidos–, se dice que lo de menos es morir, pues por una noche loca se pagan a veces –muchas veces– precios más altos que la muerte.
Pero estábamos hablando de epitafios, ¿verdad?, así que ahí van unos cuantos, y si quieres más, no hay problema, puedo inventarme quinientos. Tranquilo, que epitafios y tumbas no faltan.
Helos aquí. 
 
No lloréis por mí, cretinos,
que peor mi vida fuera
seguir con la borrachera
cometiendo desatinos.
 
*     **     *
 
Ay, de mí, qué triste he muerto,
pues ocurrió en un momento
camino l’apartamento
de una chorba monumento.
 
*     **     *
 
                                Si queréis verme feliz
en este agujero infecto,
olvidad ya mi desliz,
¡y traed vino al momento!
 
¡Éste que sigue es muy original!:
 
Llamé al cielo y no me oyó,
y pues sus bodegas me cierra,
de mis trompas en la tierra
responda el cielo, ¡no yo!
 
Yo te aconsejo que antes de coger el turbo te prepares tú mismo unos cuantos epitafios, señalando el orden de tu preferencia. O bien, mejor todavía, que se los encargues a un buen profesional, como yo mismo, sin ánimo de promocionarme para trabajos raros, que de ésos ya he hecho suficientes. ¿O todavía no? No sé, no sé, porque hay por ahí cada editor que mejor sería que estuviese tomando el sol en Hawai, bellamente inactivo; mejor para los escritores, claro. Sobre todo, aquel que siempre decía que él no era editor, que era fabricante de libros… Bueno, da lo mismo, aquí me tienes.
En cualquier caso, insisto: prepara o encarga a tu gusto tu epitafio, pues de otro modo te expones a que algún malparido quiera mearse de risa a tu costa y te ponga alguno como este que sigue:
 
Este inhumano pingajo,
bebiendo se fue al carajo,
y alguien lo confundió
con un horrendo gargajo.
 
Hombre, claro: gente grosera y con mal gusto la hay en todas partes, y todo lo que podemos hacer los selectos es protegernos de ella como nos sea posible. 
Pero bueno, vamos a dejarnos de alegrías y hablemos un ratito de cosas serias. Verbigracia, de
 
 
ALCOHÓLICOS, BORRACHOS Y BORRACHERAS
Borracheras clasificadas de a † † † † † †
 
Aunque esto es más sabido que mientras hay sol es de día, te voy a decir en pocas palabras en qué consiste ser alcohólico y en qué consiste ser borracho, para que cualquier pequeña duda que al respecto pudieras tener se disipe totalmente.
Nada, no temas ningún rollo, va de sencillo y claro.
Un borracho es el que no estando acostumbrado a beber o teniendo por norma beber siempre con suma moderación, va y en determinado momento bebe más de la cuenta, pierde el rumbo y el camino, o sea, pilla una trompa que no ve ni las farolas de su calle, se pone a cantar, o a llorar abrazado a la chavala, o a mearse riendo en el bolso de Purita, y ahí se acabó el drama; al día siguiente mea más que un caballo, le duele la cabeza y posiblemente todo lo demás, se promete tener más cuidado la próxima vez, y asunto terminado.
Es claro que todo esto a ti no te sirve de nada, porque ya estás requetemuerto, pero supongo que no tienes inconveniente en que esta carta que te estoy escribiendo la lean otros borrachos menos heroicos que tú, o sea, los que sobreviven a la fiebre del turbo.
Que son pocos.
Porque mira, los de la fiebre del turbo en viernes o sábado noche, ésos, tarde o temprano la cagan.
Es como aquello de <tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe>. Si es que es natural, hombre…
¿O te crees tú que es verdad que la suerte está siempre de parte del borracho?
Pues no, no lo está, desengáñate. Parodiando el título de un culebrón, diremos que los borrachos también mueren.
¡Hostia si mueren…!
Pero como te digo, algunos sobreviven (poco tiempo, eso sí, por lo de la cirrosis y el delírium trémens o delirio tremendo, ¿comprendes?), y bien hay que torearlos con el capote que corresponda.
No sé, a mí a veces se me ha ocurrido no daros fiesta ningún día de la semana, teneros todos los días trincados en el tajo, y ello por vuestro bien, o, cuando menos, por vuestra supervivencia. Porque fíjate que en cuanto se os da fiesta lo primero que hacéis es coger el turbo, beber hasta sentiros libres y dueños de vuestra vida –pura ilusión sociopolíticalaboralestructuraldemocrática–, y acto seguido perderla en un charco de vino y sangre, algo así como un <Bloody Mary> pero a lo bestia.
En fin, para no complicarnos demasiado la vida (qué manía con la vida, si tú estás muerto y mal muerto y más que muerto), te voy a poner al corriente de mi invento clasificatorio de borracheras por medio de cruces (como hacen los hoteles por medio de estrellas según el lujo que ofrezcan), que son muy sugerentes, y que te empiezan a acostumbrar al cementerio, que es adonde van a ir a parar muy pronto otros héroes turbinátores como tú.
Según la cantidad de vino ingerida y siempre conforme a la capacidad de resistencia de cada uno la borrachera puede ser de una a seis cruces.
Vamos a esas descripciones.
 
BORRACHERA DE
A decir verdad, esto ni siquiera es borrachera.
Es lo que algunos llaman <estar mareado>, tal vez porque lo relacionan con hallarse en la cubierta de un barco atrapado por el temporal, o sea, que te das cuenta de que algo no funciona en el mundo como es costumbre, pero estás alerta al respecto y puedes tener un control casi aceptable. Por lo general, si te quedas sentado y quietecito un rato este tipo de borrachera se te pasa y te encuentras preguntándote a ti mismo: ¿qué ha pasao, qué ha pasao? Luego vas al retrete, orinas, te lavas la cara y las manos, y ya está.
Nada, tranquilo.
 
BORRACHERA DE † †
Aquí tienes unos cuantos ramalazos de tu verdadera personalidad, o sea que te sorprendes a ti mismo diciendo y/o haciendo alguna que otra tontería, por las cuales no se te puede castigar a ir al infierno.
Por ejemplo, con todo disimulo, eres capaz de ponerte a tocarle las tetas a la novia de Felipe y poner cara de santo cuando ella te mira mosqueada, reír porque te acuerdas de que un día le viste el culo a la maestra cuando ella se creía que estaba sola y se puso a rascarse con gran desparpajo, beberte el cubata de Felipe que está distraído…, cosas así.
Nada pecaminoso. Pero alerta: cuando veas que haces estas cosas, vigílate, porque estás en el umbral de la
 
BORRACHERA DE † † †
La cosa empieza a ponerse seria.
A la novia de Felipe le tocas lo que te da la gana y sin disimulo, y si ella te mira mosqueada o te dice que te metas las manos en los sobacos le dices que qué pasa, y que si quiere catre con batalla porno que lo diga, y que si no fuese porque Felipe es tu amigo ya te la estarías tirando debajo de la mesa, y que no se haga la estrecha que ya sabes tú que ella daría el corazón y el alma por llevarte a su lecho…
O sea, que empiezas a ponerte borde.
Es claro, estamos hablando de ti, de un sujeto con agallas, no de un borrachito de mierda cualquiera que cuando se le sube el vino a las meninges le da por llorar, o por marcharse a casa a ver un vídeo porno, o por masturbarse delante de todas las chicas para jolgorio y sana diversión general. Estamos hablando de ti, Turbi.
De ti, que ya empiezas a entrar en la fase de despegue, esa fase que te aparta del mundo normal y te conduce a ese otro mundo que sólo existe en tu imaginación y en el cual tú eres todopoderoso. En tu bolsillo tintinean las llaves del turbo, a tu alrededor todo empieza a parecerte aburrido, soso, sin sentido, incluso ridículo y estúpido.
¡Ah, sólo tú puedes mejorar esta situación, los demás no pueden hacer nada, no sirven para nada…!
De manera que empiezas a planear el desaguisado: te las arreglas para parecer medianamente sereno y para convencer a dos o tres amigos a subir al coche para ir en busca de “mejor ambiente”. A ser posible, dos chicas y un chico, si te ha dado por lo sexual, y sólo amigos si en tu mente se están ya cociendo pensamientos mucho más repudiables que ir a jugar al sexo bajo los pinos, que esto suele ser sano e inofensivo, sobre todo si te lo pones o te lo pone ella.
Por supuesto, lo que aquí más importa es tu estado físico, o sea, el control de tu cuerpo, y no digamos el de tu mente, cosas ambas que están fatal…, aunque tú no lo creas ni lo admitas si te lo dicen. Pero ten por cierto que si te fueses a casa tú solo en este momento es incluso posible que llegases sano y salvo. Sin embargo, tú no quieres ir a tu casa, qué va, menuda gilipollez sería eso, tú lo que quieres no es ni siquiera marcha-marcheta, tú lo que quieres es guerra.
Así que te zampas otro vino, y sales de la disco, o del bar, o de la fiesta, o de donde infiernos sea que estés en ese momento. Ya no te interesa el lugar, ni siquiera aunque sea una sexy party privada donde el menú está servido y sólo hay que comérselo.
Tonterías.
La vida requiere más fuerza, más emoción, más garra. Vaya cosa, echar un polvete en el jardín o en la habitación de los invitados, qué tontería, cosa de gansos.
¡Hay que vivir!
Y entonces sales a matarte.
 
BORRACHERA DE † † † †
Por un instante, tienes sueño, o sientes algo que te hace comprender en profundidad que lo que vas a hacer no es precisamente lo que deberías hacer. Lo que deberías hacer es ir a casa a dormir, y, por supuesto, no conducir tú el coche camino de casa. Pero a lo peor cruzan por tu mente pensamientos mucho más estimulantes que la idea de dormir.
 
Cuando tuve sueño, la Sabiduría me dijo: <Las rosas de la Felicidad nunca han perfumado el sueño de nadie. En vez de abandonarte a este hermano de la Muerte, ¡bebe vino! ¡Tienes toda la eternidad para dormir!>.
 
Es bien cierto que todos nos equivocamos alguna vez, y tú, simplemente, te equivocas en esta ocasión.
Te ha tocado.
Eres joven, fuerte, resistente, decidido, valiente, inteligente…, pero simplemente te equivocas.
O eso, o eres un necio y un cretino.
Porque tú sabes que no estás en condiciones de conducir. Estás en condiciones, tal vez, de jugar al teto con las chicas de la panda, pero nada más. Sin embargo, admitir esto sería como admitir una especie de debilidad, de inferioridad, de incapacidad, incluso de derrota. Imposible, tú no puedes aceptar eso.
(¿El teto? ¡No me digas que no conoces el teto! Sí, hombre, el famosísimo teto.
–Nena, ¿quieres que juguemos al teto?
–¿Qué es el teto?
–Tú te agachas y yo te la meto.
O sea, en plan fornicatorio admirablemente primitivo y viril, bucólicamente selvático y ancestral, además de repelente machista en grado sumo. ¡Coño, Turbinátor, que eso lo sabíamos los de mi época cuando teníamos sólo doce añitos virginales!)
Y te metes en el turbo, con ellas, con ellos, con quien sea, para demostrar a los demás o a ti mismo que eres un tío con toda la barba, que capitaneas el grupo, que eres el conductor que los llevará al paraíso de los goces terrenales.
Ignición. Primera. Arranque.
A partir de este momento todo puede ocurrir, desde el milagrosísimo milagro de que no pase nada, a la suerte de que te pare la patrulla nocturna antes de que pase algo, a la gran hecatombe.
Pero ya, a ti, todo esto te importa un madroño.
Tú ya no eres tú, eres una garrafa de vino dentro de la cual flota tu cerebro incapaz de nadar, de pensar, de coordinar.
Tú ya no eres tú, eres un instinto liberado, eres una idea absurda, eres un borracho al volante de un cochecito que a ti te parece, por lo menos, un carro de combate, o una nave espacial invencible, o la plataforma que te va a transportar a ese mundo emocionante que has vislumbrado entre los vapores etílicos; un cochecito rápido, simpático, útil, práctico, de lo más guay para pasárselo de pelota de lujo con la Mari Pili, con los amigos, o con una desconocida cachonda, tetona y prodigiosamente simpática que te has ligado en la “disco”…, un cochecito como para rezarle un ¡viva tu madre! al señor Ford…, pero al cual tú conviertes en un arma letal, en un arma mortífera, y, al mismo tiempo, en un ataúd.
El ochenta por ciento de probabilidades (¡o más!) está a favor de que os peguéis la gran hostia.
Aquí es cuando luego te encuentran con la bragueta abierta y las bragas de la chavala en una mano.
Y los dos de atrás, si es que llevas pasajeros, más o menos igual, a lo mejor desnudos, o en pleno abrazo amoroso, por decirlo de alguna manera. Hombre, también puede ocurrir que en el momento de morir estéis formalitos, pero no suele suceder así, porque si estáis formalitos significa que puedes dedicar tu degradada atención a la carretera, y quizás eso os salve a todos, quizá de alguna parte de tu cuerpo brote el reflejo salvador y no te la pegues.
Pero seguro que te la pegas.
 
BORRACHERA DE † † † † †
Aquí, ya no sabes ni lo que dices, ni lo que haces, ni quién eres.
Quiero creerlo así, considerando que, además de las gansadas que haces y que ya he descrito en las cuatro fases anteriores, eres capaz incluso de cometer una hijoputada de primerísima categoría, que puede consistir por ejemplo en apostar una pasta podrida a que te metes en la autopista y pones el turbo a toda leche por un carril de dirección contraria, o sea, como te digo, que por donde los demás vamos, tú vienes.
Y ni se te ocurra hacerte llamar kamikaze, porque los kamikaze se mataban por la patria y con honor dentro de su código y sus normas de vida (aunque últimamente se rumorea que actuaban presionados por amenazas o manipulados…). Tú deja estar quieta la idea de si eran o no eran fanáticos, que ésa es otra cuestión: ellos se hacían picadillo por Japón (o por la familia, si es que en verdad los amenazaban con fastidiarla si no kamikazeaban), que no es lo mismo que hacerse mierda por unos cuantos billetes, o simplemente por chulear, que todavía es peor, pues el chulo lo que siempre pretende es humillarnos al tratar de convencernos de que él es más y mejor que los demás; vamos, que no tienes ni derecho a la comparación.
Palabra: yo no soy un miedica, soy más bien un deportista una miajica arriesgado, pero si voy en coche por mi carril, y te veo venir de frente por el mismo carril, me los pones por corbata y hasta me atragantas con ellos, porque una de las cosas que no entra en mis cálculos ni puede ser digerida por mis neuronas es que en el mundo exista alguien como tú, y eso es lo que me acojona; no el palmarla o el no palmarla, sino el terrorífico, espeluznante, desgarrador pensamiento de que un supuesto ser humano está haciendo lo que tú estás haciendo.
Porque ya verás, Turbinátor, una cosa es que tú me desafíes a un duelo a florete, o a ver quién tiene pelotas de coger un alacrán y darle un beso en la boca, o a intentar masturbar a un gorila de doscientos cincuenta kilos…, y otra cosa es que te metas en tu coche borracho perdido, con los sesos hechos pura mierda, y te suicides llevándome contigo al reino del olvido. Yo no le veo ni la gracia, ni el valor, ni nada que valga la pena verse, sólo veo que eres un desgraciado miserable que ni respetas ni te respetas y que ni siquiera tienes la disculpa de estar perturbado.
Ah.
¿Que cuando haces eso del carril contrario no estás borracho, que estás sereno, que además de ganarte una pasta en la apuesta te causa regocijo ver por una milésima de segundo mi cara de pasmo o el gesto de espanto del viajante o la expresión estupefacta de la familia que va al chaletito a pasar el fin de semana?
Hostia.
Venga, va, no hagas broma, eso sólo puedes hacerlo después de haber pillado una borrachera de cinco cruces.
¿Que estás hablando en serio?
Te lo diré en pocas palabras, y perdona, chico, pero no puedo quedarme callado: tú no tendrías que haber nacido. Y sigo prefiriendo pensar que cuando haces algo así es que estás borracho de un modo bestial.
 
BORRACHERA DE † † † † † †
Ni siquiera vale la pena hacer más comentarios, porque con una borrachera de éstas no eres capaz ni de sacártela para mear, ni de ver el coche, ni siquiera de respirar.
Con una borrachera de éstas, una de dos: o te llevan a casa como si fueses un muñeco de goma pisoteado y rebozado en mierda propia, o te llevan directamente al depósito de cadáveres.
Hombre, al principio siempre aguantas, y te llevan a casa hecho un repelente despojo, pero no tardarás mucho en cascarla. Te voy a decir un secreto: el corazón aguanta mucho, pero no es de acero. ¿Comprendes? Así que en determinado momento, y cuando a lo mejor parece que está tan contento, ¡plaf!, no puede resistir el ritmo que le está provocando la botella de whisky que te has zampado, y simplemente, sin alboroto ni escándalo, como un caballero, se para y te dice que te latan los cojones, que él ya está harto de estas tarascadas.
Y del cerebro no te digo nada porque ni siquiera lo entenderías.
En realidad, ya te he dicho lo suficiente para que sepas a qué atenerte. Esta borrachera, en la que vomitas, pierdes el sentido, no sabes ni quién eres ni dónde estás ni si estás vivo o muerto, es tan espantosa que lo más probable es que mueras en ella, y, en todo caso, suponiendo que seas muy fuerte, quedas idiota perdido hasta que, finalmente, después de una docena de estas cogorzas, simplemente revientas.
 
Infinita diversidad de borracheras
También hay diversidad de borracheras que culminan sin el turbo, o sea, de esas generalmente sin consecuencias demasiado graves que lamentar. Claro, una borrachera es una borrachera, pero hay que ser justo, y separar a los borrachos de los mamones.
¿A que no sabías que hay borracheras religiosas? Tranquilo, que también esto te lo explico.
Para empezar, la de los monaguillos (¡y a lo mejor algunos curas!), que se beben a escondidas el llamado vino de misa, que está muy rico, porque si de algo entiende el clero además de dedicarse a encaminar tu alma al cielo –¡meritoria labor!– es de buena mesa.
Mira, ya que hablamos de buena mesa, me acuerdo de un amigo, un poco mayor que yo, sujeto refinado, sensual y malicioso, la verdad, que siempre me decía:
–Sí, querido, sí, en la vida sólo hay tres cosas que valgan la pena: el comercio, el bebercio y el jodercio.
Pero no creas que la borrachera religiosa sólo puedes pillarla en la sacristía con el vino de misa. Hay borracheras religiosas de más enjundia, como las que puedes pillar con Aromas de Montserrat, Amaretto di Saronno, Agua del Carmen, Benedictine… Imagínate la gran diferencia que hay entre emborracharse con los deliciosos e indulgentes Aromas de Montserrat y luego dormirse beatíficamente a emborracharse con tu propia mala leche y luego salir con el turbo a hacer carnicerías.
Joder, si hay diferencia.
Luego, tenemos
►las borracheras alegres y divertidas;
►las borracheras tristes y aburridas;
►las borracheras bordes, o sea, las que sólo sirven para molestar y perjudicar y poner en evidencia cada uno la malasombra que tiene;
►las borracheras groseras y plebeyas que las pillas con vino de botellas de a litro y/o con coñac de garrafa, y en las que andas de un lado a otro vomitando y farfullando enormes burradas;
►las borracheras golfas, en las que se consume preferentemente pipermint, menta y curaçao;
►las borracheras exquisitas, que se pillan con Marc de Champagne (te sugiero Marc de Cava, o sea, nacional);
►las borracheras señoriales, que son las que agarras con cava brut nature;
►las borracheras elegantes, que son las que no se te nota, ni vomitas, ni haces el imbécil;
►las borracheras absurdas, como las que se pillan con quinas a las que llaman “reconstituyentes” (?) y que hace años (ahora no sé) se recomendaba por la tele a los niños poco comedores o inapetentes.
►las borracheras insólitamente exquisitas, yo diría que incluso sofisticadas, que las pillas con Chanel Nº 5;
►las borracheras imaginativas, que son las que destrozan el estómago con una serie de cócteles a cuál más exótico;
►las borracheras pudientes a base de Chivas 21;
►las borracheras lúbricas y/o lascivas e incluso sicalípticas rozando lo porno (¡¡¡y a veces más aún!!!) bebiendo vaselina;
►las borracheras transexuales, o sea, que por una noche eres y/o sientes como mujer y te tiras a tu amigo Felipe al que tanto quieres…
Y así.
Te podría hacer una lista prácticamente interminable, pero la dejo a tu imaginación, que ya hemos quedado que tienes más que suficiente.
(Algo bueno habías de tener. ¿Sabías que la imaginación es una evolución perfectiva de la inteligencia? Así que no te comprendo, chaval, con lo majo que eres y usar el codo para beber en lugar de usarlo hábilmente para abrirte paso en la vida…)
Bien, como tú comprenderás, algo tan importante como es una borrachera ha de tener sinónimos, y aquí te pongo unos cuantos. Así sabrás de qué te hablan cuando te digan que has pillado una trompa, curda, melopea, merluza, moscorra, jumera, chispa, beodez, turca, tajada, mona, embriaguez, pítima, tablón, cuba, ebriedad, diosiníaco, papalina, cazamoscas, báquico, cogorza…
Lo que no comprendo es que no tenga antónimos, a no ser que entendamos como tal la palabra <sereno>, pero yo no recuerdo haber oído decir <ha pillado un sereno o una serena>. También podríamos recurrir a la palabra sobrio/sobriedad, aunque tampoco he oído decir nunca <ha pillado una sobriedad>. Por si no sabes lo que quiere decir sereno (estar sereno) te lo explico: es el estado de lucidez, equilibrio y salud en que suelen hallarse las personas que no beben alcohol. O las que beben muy poco, y entonces se les llama sobrias.
Hombre, claro, esto no quiere decir que basta con no beber vino, o beber muy poco, para ser lúcido, equilibrado y saludable, pero tienes más probabilidades. Esto aparte, hay montones de gente que son abstemios, o sobrios, y siempre están serenos, pero esto no les libra de ser unos imbéciles rematados.
 
Nadie puede comprender lo inefable. Nadie es capaz de ver lo que se oculta detrás de lo aparente. Todas nuestras moradas son provisorias, salvo la última, la de la tierra. ¡Bebe vino! ¡Basta de palabras inútiles!
 
Y a propósito de la última morada, ¿tú sabes que algunas tumbas emiten lo que llaman “fuegos fatuos”?
¿Tampoco sabes lo que son fuegos fatuos? Pues vamos a echarle un vistazo al diccionario… Ajá, aquí está. <<Fuego fatuo: llama ligera que suele producirse por la inflamación espontánea de ciertos gases desprendidos de las substancias orgánicas en putrefacción, principalmente en los cementerios y lugares pantanosos, y que parece andar al ser movida por la brisa.>>
Toma ya.
Así se explican las cosas, ¿no te parece? Bueno, supongo que has entendido bien la explicación del diccionario, y que sabes perfectamente que tú eres –eras– una sustancia orgánica y lo que significa putrefacción. Sí, claro, pudrirse una cosa. Pero mira, ya que tenemos el diccionario a mano…
¿Qué pasa?
¿Que consulto demasiado el diccionario?
Pues no señor, habitualmente no es así, pero tú te mereces esta atención de que se te expliquen bien las cosas, pues como estás muerto no tienes la oportunidad de recurrir por ti mismo al diccionario siempre que quieras. Además, ¿para qué puñetas te crees tú que están los diccionarios, sino para consultarlos y aprender cosas? Nos ha jodido.
No, no me enfado, pero si encima que uno está aquí hecho un cabrito dejándose los dedos en las teclas para escribirte en plan admirador incondicional, tiene que cosechar críticas…
Sí, vale, dejémoslo.
Aquí está. <<Putrefacción: podredumbre; descomposición química de animales y vegetales muertos debida a la acción de ciertas bacterias; se da especialmente este nombre a la descomposición de las proteínas dando lugar a la formación de substancias de olor desagradable.>>
Me cago en la mar.
¡¿Será posible?!
¡¡¡¿Tú te has convertido en una substancia descompuesta y de olor desagradable?!!!
¡¡¡¿¿¿Tú???!!!
No salgo de mi agitadísima consternación.
¡Con lo majo que eras…!
¡Y tan joven!
Pero si talmente parece que fue ayer cuando te llevaban al jardín de infancia… Y ya estás muerto, podrido y oliendo de modo desagradable. ¿Será verdad que no somos nada? Bueno, eso tú, porque yo, como estoy vivo, soy algo, aunque sea una miajica…, y perdona el viejo chiste, hombre, no todo van a ser cuentos relatados por la avasalladoramente bella Scherezade…
¿Qué? ¿Que no sabes quién era Scherezade?
Ésta sí que no te la perdono.
Que por ejemplo no sepas quién fue Cervantes, pase. ¡Pero que no sepas quién era Scherezade…! En fin, no lo alarguemos: es la exquisita y voluptuosa protagonista de Las mil y una noches... Ya. Que tampoco sabes qué es eso de las mil y una noches… Vete al huevo, chaval.
 
Ignorante que presumes de sabio: preocupado te veo entre el infinito del pasado y el infinito del porvenir. Quisieras poner límite entre estos dos infinitos y detenerte… Siéntate bajo un árbol con un cántaro de vino y olvidarás tu impotencia.
 
Que no se me vaya a olvidar: te comunico que ya estoy tomando notas para otro libro, con loas, elogios y guías de comportamiento para promocionar la drogadicción, o sea, para reclutar chavales majos como tú que quieran labrarse un futuro breve y desquiciado, y cuyo título provisional es: <Paso de la vida guay, me drogo a muerte acelerada, me cago en la sociedad, y de vivir normal no quiero saber nada>. Es un poco largo, ¿verdad?, pero ya lo iré podando, queda tranquilo, que en esto del escribir yo me entiendo y bailo solo.
Espero que el título del libro sobre drogatas te resulte suficiente para entender todo el argumento… Y a propósito, Turbinátor: ¿ya sabes que tú también eres –quiero decir eras– un drogata, sólo que de vino en lugar de otras mandangas?
Ah, ya lo sabías. Vale, vale.
Pues nada, pasemos a la última parte de esta bellísima carta.
 
 
CÓMO COMPORTARSE Y CÓMO CONDUCIR ESTANDO BORRACHO PARA MATARSE BIEN MUERTO DEL TODO
 
Hay infinitas maneras de conducir estando borracho y de matarse bien muerto.
Lo que pasa contigo es que no te lo crees.
Eres –debiste de ser– de los que piensan que nunca les va a ocurrir nada, que estas cosas les ocurren a los demás, no a uno mismo.
Ni se te ocurre pensar que uno de los cincuenta muertos del fin de semana puedes ser tú.
–¿Yo? ¿Tener yo un accidente? Quita ya, caraclítoris frígido: yo lo tengo todo bajo control.
Ya.
Por eso haces lo que haces: bebes sin medida y luego coges el turbo.
Y casi nunca vas solo, siempre llevas algunos amiguetes, o a la pobre Mari Pili, que como te quiere se sube al ataúd rodante para vigilarte que no hagas burradas. Pero nada, tú te comportas como si no estuvieses borracho y conduces como si nunca te pudiera pasar nada a ti.
 
Es decir que, precisamente, te comportas y conduces
del modo más apropiado para matarte bien muerto.
 
Claro, las circunstancias y/o el entorno pueden ser de gran variedad.
Puedes comportarte simpáticamente o groseramente con los demás, hacer gracia o dar asco, puedes ir sólo con Mari Pili o con un mogollón de amigos que ríen tanto como tú y están tan borrachos como tú, porque si no lo estuviesen no subirían a tu turbo en esos momentos, vamos, digo yo.
Puedes conducir tocando muslito fresco de nena, o cantando, o meando, o llorando, o sumiéndote en tristezas infinitas o elevándote a alegrías y risas estruendosas y arrolladoras, o haciendo filigranas con el volante, o insultando a la gente pero simulando que eres tartamudo para darle mayor suspense, o meterte entre dos camiones y dejarte llevar, o bebiendo directamente de la botella, o riendo mucho mientras bebes con un embudo porque estás aprendiendo a hacerlo así a fin de ganar tiempo en las ingestiones, y, en fin, haciendo otras monadas que os parecen muy graciosas.
Una cosa que tendría mucha gracia, ¿ves?, es que cuando estuvieras borracho te dedicaras a conducir una carretilla.
Te lo recomiendo.
Prueba.
En lugar de coger el turbo, alquilas o robas una carretilla, metes en ella a Mari Pili, o a los amigotes, o a todos los que quepan, y les das un paseo alrededor de la discoteca, con paradas para mear y vomitar, ya sea por turno riguroso o todos a la vez.
Te lo recomiendo.
Ya verás qué graciosos estáis todos meando en grupo dicharachero, formando un conjunto al que podéis poner el nombre de <Los borrachitos meadores, glandes y clítoris de los mejores>.
Jo, qué risa.
Y si de verdad queréis divertiros, pedidles a las chicas que se pongan a mear todas a la vez mientras hablan de sus cosas.
Desternillante.
Mientras ellas mean porque sí, vosotros os meáis de risa. Y si quieres partirte a carcajadas, pídeles que meen de pie.
¡Y no te digo nada si se ponen a mear tendidas boca arriba!
También podéis hacer un concurso a ver quién llega más lejos con el chorro maloliente; esto, los hombres, las chicas pueden concursar a ver cuál de ellas hace más ruido con su perfumada micción. Podéis bailar mientras meáis. Y cantar. Podéis hacer concursos de pedos, o a ver quién logra tirarse pedos con burbujas, o quién consigue tener una diarrea testicular, o una vomitona linfática, en fin, toda una serie de cosas que luego se curan con una lavativa cerebral, que consiste en beber sólo agua durante un mes. Pruébalo. Mano de santo.
(A propósito, ¿tú crees en los santos? Yo no, desde que supe que para hacerte los milagros que necesitas tienes que ponerles perejil, porque un verdadero santo no debería cobrar sus favores ni siquiera en especies, por baratas que éstas sean.) También podéis hacer el amor, o cuatro tonterías relajantes, como competir en el salto de la rana, o mediros la trempatura (no he dicho tomaros la temperatura, he dicho otra cosa, lee bien, lee despacio, que un libro es como un plato exquisito, hay que saborearlo y disfrutar de todos sus olores y sabores…, hombre, claro, si lo merece), o competir a ver quién hace gemir más de gusto a su pareja, o qué chaval tiene la flauta más larga, o qué chica tiene los pechos más grandes, o más bonitos, o más duros, o pegarles palmadas a las chicas en las nalgas, a ver cuáles suenan más y/o mejor, o que ellas os pellizquen las flautas o los bemoles a ver quién resiste más el dolor, o recitar a Bécquer, o silbar imitando a los mirlos, o afeitarse la cabeza…
Tú dirás: ¿qué coño se está liando este tío guarro dándome semejante tipo de recomendaciones?
Te lo explico.
A mí, lo que no me entra en la cabeza es que la gente se divierta haciendo idioteces funestas. No es que esté presumiendo de intelectual exquisito y pretenda hacer creer que sólo me gustan las actividades o pasatiempos culturizantes de gran altura y categoría cerebral. Lo que quiero decir es que habiendo tantas tonterías inofensivas para hacer (incluso escribir un libro, verbigracia) vayáis a elegir una idiotez funesta, como es meteros en el coche y salir a doscientos cincuenta por hora.
¿Por qué no hacéis cualquier otra tontería?
Porque por grande que sea la tontería, al día siguiente la podréis contar, y estaréis en condiciones de reíros casi tanto como la noche anterior.
Pero no. En lugar de hacer el tonto, hacéis el chulo. Porque hay que ser chulo-matón-bravucón para ponerse al volante de un coche estando trompa perdido. O malasombra. O insensato. O cosas peores. Una cosa tan sencilla como es hacer tonterías, o dormir la borrachera, la convertís en una idiotez trágica o en una trágica idiotez.
Y créeme, para hacer el idiota no hace falta tener un turbo ni acojonar a un viajante que regresa a casa, ni mucho menos morir con las bragas de Mari Pili en una mano y llevarse al otro barrio a esa criatura que te quería, o exterminar a la familia del modesto oficinista que van todos tan contentos al chaletito de la costa.
Son ganas de complicar las cosas.
Simplifica.
Pégate un tiro, hombre.
¡Es tan fácil! Te aseguro que te matas bien muerto del todo. Y no jodes a nadie.
Además, es mucho más señor.
Y más romántico.
Matarse borracho es una guarrada, y si encima te llevas por delante a gente inocente es una canallada. En cambio, si te pegas un tiro, ¡imagínate…! Pueden decir que te has suicidado por amor, o por deudas millonarias, o por locura transitoria, o porque se te había roto el frenillo, o porque no podías pederte con la maloliente y tempestuosa sonoridad de antes. Todo lo cual se convierte en un cóctel romántico, admirable, misterioso, y deja un saborcillo entre sexual, moral e intelectualmente fracasado, a la par que estúpidamente inútil, como algunas vidas, sin ánimo de señalar.
¡Pero morir borracho…!
Jo, qué asco.
¿No sientes vergüenza de ti mismo?
¿No se te arruga el escroto de pura vergüenza e infamia?
Y no me vengas con el cuento de echar la culpa a los demás o a las circunstancias y tal, porque hay quien lo pasa peor que tú en la vida, le echa al asunto dignidad y cojones en lugar de vino, y sale adelante aunque sea empujando montañas.
Toda la culpa es tuya.
¿Quién te manda comprar vino si sabes que te puede?
Tú imagínate que es una droga como la coca, y ya está, asunto resuelto, porque como las drogas están prohibidas…
Ah, ¿el vino se vende libremente?
Pues entonces es que ni es una droga ni es malo para la salud, porque ni loco me creo yo que Papá Estado y Mamá Patria permitan que algo perjudicial para sus retoños circule libremente por el común hogar de todos sus hijos, hijuelos y sobrinuelos.
Aclaremos esto.
Los hijos, los verdaderos hijos de la patria, son los que pagan muchos impuestos, o sea, los que dan dinero a ganar, y a ésos Mamá Patria los quiere mucho. Por tanto, nadie me hará creer que en modo alguno se tolera la circulación de algo que puede afectarlos perjudicial y perniciosamente.
Los hijuelos, como habrás comprendido, son menos hijos, o sea algo así como hijos venidos a menos, o, infinitamente peor, hijos pobres de siempre, por ejemplo los que no trabajan y los que pagan pocos impuestos. (Ya quisieran unos pagar por poco que fuese y otros pagar más impuestos, ya, pero cómo coño van a pagar ni más ni menos impuestos si no ganan ni para comprarse los impresos de pagar impuestos, qué cabronada, pagar los impresos para pagar impuestos, es como si te dijeran que vayas a comprar vaselina porque van a violarte; bueno, ¿ves?, bien mirado esto ya sería tener un detalle, advertirte del evento.)
Los sobrinuelos son cuatro tunantes que han venido de los cortijos rifeños a terminar de complicar el panorama patrio a los hijuelos.
Ya ves.
Bueno, pues, digo yo que quizá Mamá Patria y Papá Estado sí permiten que el vino circule libremente porque como a los hijuelos y sobrinuelos les gusta mucho, es el único modo o vía de ponerles impuestos, y que se las arreglen como puedan para pagarlos. Porque claro está, Mamá y Papá –que saben un millón de veces más que tú y que yo y que la madre que nos parió a todos y a cada uno– han obtenido conclusiones diáfanas: si los hijuelos y sobrinuelos tienen dinero para gastarlo en vino, han de tener para pagar los impuestos que nos hemos inventado para el vino, porque estaría feo cobrarles impuestos por el pan, que además de ser menos controlable es más barato. (Bueno, no es que “sea” más barato, es que se vende más barato para que todos puedan comer aunque sólo sea eso, ya que si no comiesen se morirían, y entonces no pagarían impuestos. No, no soy Maquiavelo, sólo soy un escritor normal.)
O bien, el vino es un descubridor de espabilados, esos que dicen que son pobres, pero resulta que siempre tienen dinero para vino. Y como sólo para comprar vino se delatan, pues por ahí se les ataca, poniendo fuertes impuestos al vino.
Vivir para aprender, Turbinátor.
Ay, perdona lo de vivir. Quiero decir… sigues muerto, ¿verdad?
En fin, cosas del vino.
¿Qué? 
Hombre, ¡claro que a mí me gusta el vino!
Como a Omar. Como a tantos y a tantos hijos bien paridos por sus adorables madres. ¡Pues no es bueno ni nada, que digamos, el rico vinacho! (Y quien dice vino dice whisky, coñac, vodka, cava, etcétera, supongo que ya lo has entendido así.) Me gusta tanto como a ti, o más: lo saboreo, lo disfruto, convido y me dejo convidar encantado.
Pero lo dosifico.
Esto aparte, es evidente que los versos "vinícolas" de Omar están destinados a hacerte comprender que muchas de las cosas de la vida que nos preocupan son tan baladíes que más vale saborear un vaso de vino (bueno, o dos) que preocuparse por ellas.
De acuerdo, naturalmente.
Pero atiende, Turbinátor: si has obtenido la muy errónea conclusión de que Omar era un borrachín acérrimo, de nuevo demuestras tu miopía existencial, intelectual y sentimental.
Omar era (como yo) un amante de la vida y del amor, de la paz y de la poesía, de la sinceridad y de la creatividad, de la amistad y de la honestidad, un enamorado de la luna y de las mujeres. Y no sólo escribía prosas y versos de esos que yo he llamado vinícolas, sino cosas como esta pequeña muestra que te adjunto, más que nada para que no confundas los cojones con comer trigo:
 
Todos saben que jamás murmuré una oración. Todos saben también que jamás traté de disimular mis defectos. Ignoro si existen una Justicia y una Misericordia. Si las hay, estoy en paz, porque siempre fui sincero.
 
*     **     *
 
Procede de forma que tu prójimo no se sienta humillado con tu sabiduría. Domínate, domínate. Jamás te abandones a la ira. Si quieres conquistar la paz definitiva, sonríe al Destino que te azota y nunca azotes a nadie.
 
*     **     *
 
¡Cuán pobre el corazón que no sabe amar, que no puede embriagarse de amor! Si no amas, ¿cómo te explicas la luz enceguecedora del Sol y la más leve claridad que trae la Luna?
 
*     **     *
 
No marcha seguro por el Sendero el hombre que no ha recogido el fruto de la Verdad. Si pudo cosecharlo del árbol de la ciencia, sabe que los días pasados y los días por venir en nada se distinguen del alucinante primer día de la Creación.
 
*     **     *
 
Fugaces son nuestros días; y huyen como el agua de los ríos y los vientos del desierto. Empero, dos días me dejan indiferente: el ayer que murió, y el mañana que aún no ha nacido.
 
Yo estoy de acuerdo en todo con Omar.
Le comprendo.
Y como él, bebo vino en los labios de la hermosa ánfora y, siempre que puedo, en los dulces labios de mi amada, y también escribo, a la sombra de un granado o de una higuera, prosas como ésta, con intenciones poéticas:
 
Elevo mis oraciones para que llegue el día en que el hombre pille tal borrachera de buen vino que se olvide de todas sus perversiones y empiece de nuevo a degustar la vida con más amor y justicia. ¡Ah, vino, delicioso néctar y pócima mágica que habrás creado una nueva y más noble estirpe humana, yo te bendigo y te bebo agradecido!
 
¡Joder, si me gusta el vino…!
Pero echo el freno cuando es el momento, y si un día se me sube el pijo a la cabeza y me siento héroe de las galaxias, me quedo en casa y me extasío escuchando a Chopin o a Julito Iglesias, o me preparo un bocadillo de paella, o lloro escuchando la melodiosa voz de cualquier mariconcete invitado a alguno de esos bellísimos e ingeniosísimos concursos de la tele, o me paso por el vídeo una de nuestras exitosas películas nacionales con cómico tierno y casi clerical incluido, o llamo a un teléfono erótico, o sueño que estoy en Hawai viendo moverse mil de esos encantadores culitos de las lindísimas polinesias con sus falditas de paja, aloha!, o me asomo a la terraza a contarles chistes a las golondrinas.
Cosas así, a cuál más excitante, meritoria y/o peregrina. Lo que quieras, menos andar por ahí avasallando a la gente, ni matando a nadie.
Yo diría: Ave, Omar, bebituri te salutan!
Bien entendido: beber con placer y por placer y sin nunca el capullo y el bárbaro hacer. Claro que si no te gusta lo último que te he dicho, quizá te resultaré más simpático cambiándote el final de la carta, dejándolo así:
Bebe tranquilo, chaval, que son cuatro días, y la gente es cabrona, patosa y envidiosa por naturaleza. ¡No les concedas el privilegio de tu atención ni de tu afecto! ¡Y menos que a nadie a tu madre, que es una puñetera aguafiestas! ¡Bebe toda la mierda que quieras! ¡Y conduce como te salga de los cojones, faltaría más!
No les hagas ni putísimo caso.
Emborráchate.
Mata.
Mátate.
Cada cual se divierte como sabe y puede.
Eso sí, cuando te dispongas a utilizar tu turbo en alguna de tus heroicas incursiones por el mundo de las personas normales, asegúrate de que te matas pronto y del todo. Y no te lo tomes como nada personal contra ti, Turbinátor: es, simplemente, que estamos hasta la perindola de mamones como tú, que dejan madres desconsoladas, viudas en absoluto alegres, huérfanos desconcertados, y compañías de seguros cabreadas. (Y luego van estas últimas, o sea, las compañías de seguros, y nos suben las primas a nosotros, los que seguimos viviendo para seguir pagando. ¿O los que pagamos para seguir viviendo…?)
¡Serás mamón…!
De todos modos, sinceramente te lo deseo: en paz descanses.
Pero piénsalo bien, chaval, amiguete, tío cojonudo, ligón más que ligón, machote, futuro ingeniero o lampista o futbolista o lo que te dé la gana, guaperas, califa del mundo…, ¿no estarías mejor aquí, con tu madre, con la Mari Pili, con todos tus amigos, con toda esta gente que tanto te quiere y a la que has clavado el puñal de la pena por culpa del jodido vino?
Piénsalo, Turbinátor.
Tú sabes hacerlo.
Seguro, seguro, seguro que sabes pensar las mejores cosas del mundo.
Y lo que es más: puedes hacerlas.

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