DESPEDIDAS POÉTICAS
A UNA ESPOSA REPUGNANTE
Amada esposa, te fuiste,
¡y qué solo me dejaste!
Eras gorda, repugnante,
fea, sucia, rencorosa;
bruja, envidiosa, agorera;
eras manca, patituerta,
jorobada y más que calva,
eras todo un asco, cariño:
¡eras una vomitera!
Deseando estaba yo
que de mi lado te fueras,
y hete aquí, cariño mío,
que conseguí mis quimeras.
Amada esposa, te fuiste,
¡y qué solo me dejaste!
Me has dejado solo en la vida,
con champán, lindas chavalas,
amigotes, juergas, fiestas,
una herencia fabulosa, salud,
y una tendencia morbosa…
Esto es lo más formidable:
vida morbosa y marchosa,
y todo lo tengo gracias
a que tú ingieres cualquier cosa.
¿Te gustó el veneno, cariño?
Vaya, yo diría que sí, viejo sapo,
pues te lo zampaste enterito,
y después de eso… ¡a la fosa!
Amada esposa, te fuiste,
¡y qué solo me dejaste!
O sea, que lo pasaré bomba,
dese ahora en adelante.
Anselmo
A UN MARIDO
DESPISTADO
Esposo de mis amores,
qué triste y sola quedé
cuando la pata estiraste
y tuve que comprarte flores.
Oh, qué horrenda soledad,
amor, amado, cariño mío,
cuando te fuiste de verdad
y recobré mi albedrío.
Tan horrendo era mi sino
careciendo de tu amor
que me busqué un abisinio
y resultó ser mejor.
Amado esposo, te fuiste,
y qué sola me dejaste:
podré darle gusto al cuerpo
desde ahora en adelante.
Porque francamente, Anselmo,
lo tuyo fue un gran fracaso:
yo cada día alternando
y tú sin estar al caso.
Era por eso, mi amor,
que mientras estuviste vivo
te engañaba sin temor
con cornamentas de alivio.
Y tan grandes los llevabas
los cuernos de espléndidas astas,
que milagroso era verte
no caer como una plasta.
Descansa en paz, vida mía,
sigue muerto y enterrado,
que mientras tanto yo lloro…
¡de felicidad y alegría!
Tuya, GERTRUDIS.