SECRETO SECRETÍSIMO
UN SUEÑO APASIONADO
por
Lou Carrigan
Relato escrito en 1969 fue clasificado como top secret en los archivos de la C.I.A.
[Autorizada su desclasificación y divulgación libre el 24 de mayo de 2008]
Este modesto novelista ha dado a luz, a lo largo de más de 300 obras (recordemos: este escrito está situado en el año 1969), gran cantidad de personajes durante los últimos diez años. Ha habido de todo: buenos, malos, hermosos, monstruosos, asesinos, bondadosos, tontos, listos, gordos, flacos, rubios, morenos, chinos, malayos, negros, blancos…, y recurriendo a la ciencia ficción, incluso he creado seres de color verde. En 300 novelas, verdaderamente, hay sitio para gran cantidad de personajes de todas las clases, tamaños, categorías y cataduras. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, mi máquina de escribir ha lanzado al mundo páginas y páginas relatando aventuras…
Pero de todos cuantos personajes han vivido los deseos de mi mente llena de fantasías, hay uno que destaca poderosamente. Me estoy refiriendo, naturalmente, a Brigitte.
Brigitte Montfort, alias Baby, esa dulce jovencita que tiene su domicilio en Nueva York, en el piso 27 del Crystal Building, en la Quinta Avenida, frente a Central Park… Al llegar aquí, parece que tendría que presentar a Baby, decir cómo es, cómo piensa, qué hace en la vida… Pero no. No voy a hacerlo, por dos motivos muy poderosos. Uno: ustedes, los que conocen a mi Baby, no necesitan que yo les diga ahora cómo es ella, y a qué se dedica. Dos: ustedes, los que hasta ahora no han oído hablar de ella, la conocerán mucho mejor leyendo sus aventuras en la serie ZZ7, Brigitte en Acción, que aparecerá en breve. Y si digo esto, no es como publicidad para mi más querido personaje. Ocurre, sencillamente, que para describir completamente a Baby, yo tendría que llenar ahora mil páginas, quizá más. Es decir, tendría que exponer ahora, aquí, todas sus aventuras; lo cual, ciertamente, no es oportuno en este momento.
Sin embargo, tampoco quiero dejar desorientados a aquellos lectores que todavía no hayan tenido la satisfacción de conocer a mi Baby, de modo que la describiré en unas pocas palabras: ella es morena, de largos cabellos suavemente ondulados, rostro dulce, boquita sonrosada, ojos azules y muy grandes, y un cuerpo tan maravilloso que escapa a toda descripción, incluso a la que podría intentar un zorro viejo llamado Lou. Es joven, pero todavía lo parece más. Y a pesar de eso, cuando ella quiere, puede parecer una dama de más de setenta años. Dadle a mi Baby la menor oportunidad, y ella os engañará, por listos que seáis. Haced algo bueno, algo hermoso, y Baby aparecerá para premiaros con una sonrisa. Haced algo malo, y Baby os partirá el corazón de una cuchillada… Mi pequeña Baby es un ser… normal. Es capaz de sentir el más abyecto miedo, es capaz de la más heroica aventura; ella puede ser buena o mala; puede amar y puede odiar; puede asesinar (sí: asesinar) y puede perdonar. En definitiva, todo depende de su oponente, no de ella misma.
Durante muchas aventuras, ella ha demostrado que sólo una cosa le importa: la paz. Y entendemos por paz la verdad, la honradez, la bondad, la generosidad. Si usted es de veras honrado, bondadoso y generoso, no tema. Pero si es todo lo contrario, tenga la seguridad de que cualquier día, en cualquier momento, mi Baby aparecerá ante usted, y, sonriendo quizá dulcemente, le partirá el cráneo con uno de sus golpes de karate. O quizá lo clave a un árbol de un lanzazo. Es posible que incluso lo degüelle. O puede que lo mate disparándole con su boquilla de marfil una flechita envenenada. También puede matarlo de un balazo al corazón… Incluso, si las cosas se le ponen difíciles, ella puede estrangularlo con ese finísimo alambre de acero que lleva siempre en la cintura… ¿Quién sabe cómo matará Baby a quien no merezca vivir?
El espionaje soviético (y algunos otros), ofrece por Baby un millón de dólares. Hay que pensar bien en esto: un millón de dólares. Sin embargo, es poco probable que los rusos se vean obligados algún día a pagar esa cantidad, porque yo les aseguro a ustedes que Baby jamás será atrapada. Ciertamente, no seré yo quien la entregue a la M.V.D.. Pero además, ella tiene amigos rusos que desprecian esa cantidad. Para esos rusos, para esos espías soviéticos, la amistad de la espía del corazón de oro, del corazón de hielo, vale mucho, muchísimo más que un miserable montón de dólares. En cuanto a otros espías de diversos servicios, como son los franceses, ingleses, italianos, suramericanos, asiáticos, etcétera, no traicionarían de ninguna manera a Baby, fuese cual fuese la cantidad a percibir por ello. Probablemente (así lo espero), nadie traicionará jamás a Brigitte Montfort. Al contrario: en el momento de más apuro, en la más difícil de las situaciones, Baby encontrará siempre una mano amiga tendida hacia ella otorgándole una quizás inesperada ayuda.
Bien…
Temo que estoy divagando demasiado.
A decir verdad, si ahora estoy ante mi máquina de escribir (una eléctrica IBM de esfera cambiable) es debido a que tengo que relatar una pequeña aventura de Baby, al final de la cual, mi espía queridísima deberá enviar una cariñosa felicitación a todos sus amigos lectores.
Una pequeña aventura…
Llegado a este punto, mi cansada fantasía pide tregua, pide descanso. Veo, desde el gran ventanal de mi despacho, el tibio sol invernal que cae como polvo dorado sobre las rocas en las cuales tengo mi pequeña villa junto al mar. El Atlántico está azul, verde y gris. Como siempre, algunas de mis amigas gaviotas pasan por encima de mi casita blanca, roja y verde, con sus hermosas alas tendidas. La espuma es blanquísima sobre el triste mar del soleado invierno…
Les diré cómo es mi despacho, ese lugar personalísimo donde me aíslo del mundo para escribir mis fantasías. No es demasiado grande, pero sí confortable. Veamos… Mi mesa está delante de un ventanal, al cual doy la espalda, de modo que la luz natural caiga siempre sobre el teclado de mi máquina de escribir. Delante, una gran alfombra de nudos; y un poco más allá, un sofá y dos sillones; detrás de esto, algunos cuadros, todos ellos representativos del mar, A mi derecha, un pequeño armario donde guardo mi material de documentación: mapas de todo el mundo, planos de ciudades, las rutas de los viajes más interesantes, planos y maquetas de aviones, de carros de combate, de armas… Grandes y viejos mapas muy doblados, de todas las partes del mundo: China, Austria, Brasil, Estados Unidos, Rusia, Nepal, España, Cuba, Egipto, Islandia, Australia, Groenlandia…, mapas y más mapas, para que mi memoria pueda recurrir a ellos en un momento dado. Mapas de carreteras, de líneas férreas, de líneas aéreas, de presas… Luego, el bar. Y junto a éste, un refrigerador. Mientras trabajo, bebo cualquier cosa, y fumo sin descanso. Si usted me ve por la calle, no me ofrezca un cigarrillo, gracias. Pero si viene cuando estoy trabajando, me verá rodeado de humo. No tengo predilecciones muy acusadas, pero prefiero el tabaco negro, Y para beber, aunque no soy exigente, éstas son mis preferencias: vino español, coñac, vodka, whisky, ron, ginebra…, por el orden expuesto, desde luego. Pero sigamos con mi despacho: a la izquierda, una librería, bastante voluminosa, ciertamente. Libros de todas clases, De todas. Desde revistas francesas de contenido altamente informativo respecto a la anatomía femenina hasta libros de Criminología y Espionaje, pasando por la Biblia, diccionarios de diversos idiomas, un curso de dibujo artístico, enciclopedias… Y por supuesto tengo un magnetófono y un hifi, donde en ocasiones escucho música, para descongestionar mi cerebro y sentirme tranquilo, relajado… También tengo un par de tiestos muy grandes, con unas plantas de suave verdor, que parecen querer subir por las paredes. Y un gran tablero de madera, forrado de terciopelo rojo, donde he clavado con chinchetas las portadas de algunas de mis novelas, pues mi editor ha tenido la amabilidad de enviármelas. Naturalmente, las portadas no las he hecho yo, sino esos magníficos dibujantes que ustedes conocen tan bien… Y, en fin, algunos otros pequeños detalles que no tienen importancia: más cuadros, algunas armas, una caña de pescar, un tridente, revistas, diarios en varios idiomas… Lo corriente.
Pues bien: en este lugar que tan mal acabo de describir, imagino yo las aventuras de Baby. Y llegada esta fecha universal (esto fue escrito en Navidad), me veo en la obligación de escribir una pequeña aventura.
Y me pregunto: ¿qué puedo escribir? Porque, indiscutiblemente, para Baby no hay aventuras pequeñas. No hasta ahora, al menos. La he enviado ya a todas las partes del mundo. Ha estado en Hong Kong, en Benarés, en Miami, en Buenos Aires, en Roma, Niza, Casablanca, Moscú, Alaska, Polo Sur, en simas abisales y en el espacio.
No hace mucho estuvo en Rio de Janeiro…
¿Lo recuerdan?
Entonces, mi dilema es simple: ¿dónde envío yo este año a mi Baby a vivir una de sus “pequeñas” aventuras? ¿A China? ¿A Londres? ¿A Atenas? ¿A…?
Perdonen que bostece, pero tengo un sueño terrible… La verdad es que tengo… tanto… tanto sueño que… lo mejor que puedo hacer es… descansar un rato……………..
* * *
No me gusta que me molesten cuando estoy trabajando, pero tengo por norma atender a toda persona que llama a mi puerta, así que, apenas oír el sonido del carillón, fui a abrir. No de muy buen talante, lo confieso. En mi cabeza, el mundo daba vueltas y vueltas, preguntándome adónde podría enviar a Baby en esta ocasión.
Abrí la puerta, fruncido el ceño, definitivamente hosca mi expresión, que no suele ser simpática de ordinario.
–¡Diga qué quiere usted en…! –empecé a gruñir.
Me quedé exactamente igual que si un rayo hubiese acertado de lleno en mi cerebro, quemándolo, inutilizándolo. Estupefacto, boquiabierto, atónito, incrédulo, desconcertado… Ante mí, una jovencita de largos y negros cabellos suavemente ondulados y ojos azules como el cielo de verano; llevaba un precioso vestido de tarde, de tono morado. Era preciosa, como un sueño increíble. Magnífica, maravillosa, perfecta. Llevaba en la mano izquierda un maletín rojo con florecillas azules estampadas, y su figura esbelta y dulce se recortaba contra el color del mar y entre las palmeras y las flores. En sus ojos había un cariñoso destello, quizás algo tímido… Ella se limitaba a sonreír, mirándome de un modo afectuoso, tierno y encantador.
–Baby –musité–… ¿Eres tú, Baby?
–Sí, papá Lou. ¿Soy inoportuna, quizás?
–Pu-pues… no… No, desde luego…
Yo tartamudeaba como un tonto, aunque les aseguro que no lo soy. Ni tonto ni tartamudo. Pero hay que imaginarse a un novelista recibiendo la visita del más querido de sus personajes.
–Entonces ¿puedo pasar? –preguntó ella.
–Sí… Claro… ¡Naturalmente!
Me aparté. Brigitte entró en mi casa con decisión, dirigiéndose directamente al despacho. Cuando entré yo, ella estaba junto a la máquina de escribir, leyendo la página que había en ella. Me miró, sonrió y dijo:
–¿Adónde vas a enviarme esta vez?
–Bueno, no… no lo tengo decidido aún.
–Entiendo –dijo ella.
Me quedé mirando aquella roja rosa que llevaba en su vestido, sobre el seno izquierdo. Ella captó mi mirada, inclinó la cabeza y sonrió de nuevo.
–Espero que no te sorprenda verme con una rosa roja.
–No… No, desde luego. Sé que son tus favoritas.
–Lo sabes porque tú mismo lo decidiste así, papá Lou.
–Ciertamente. Pero si no te gustan las rosas rojas…
–Oh, sí… Sí me gustan. Me encantan, realmente.
Yo me iba recuperando rápidamente de mi asombro. Me senté en mi sillón de trabajo, y encendí un cigarrillo. Entonces me di cuenta de que Baby me estaba mirando con amable reproche, así que le di mi cigarrillo recién encendido, y tomé otro. Ella se acercó al ventanal, y estuvo unos segundos contemplando el mar, las palmeras, las gaviotas…
–¿Quieres… quieres beber algo? –ofrecí.
–Lo que tú quieras, papá Lou.
Yo estaba sinceramente aturdido todavía. Pero tuve la presencia de ánimo suficiente para dirigirme al refrigerador, sonriendo. Lo abrí y me quedé mirando la única y vieja botella de champán que había dentro. Había muchas otras cosas, pero solamente una botella de champán. Una actitud romántica y sentimental por mi parte: la botella era de Dom Perignon 55. Hacía no menos de cuatro años que estaba allí, fría y poco menos que olvidada, al igual que una pequeña tarrina de cristal llena de rojas guindas en almíbar. Tonterías de novelista, quizá, pero si en todas mis novelas Baby gustaba de ese champán y de las rojas guindas me había parecido que yo debía disponer de ambas cosas.
–¿Champán con guindas? –mascullé.
–¡Oh, sí! ¡Por supuesto! Yo… Bueno… ¿Te molesta que te llame papá Lou?
–¿Por qué habría de molestarme?
–Eres joven… Tienes aspecto un tanto cansado, y se nota que no haces el suficiente ejercicio físico…
–Soy cinturón negro de judo –refunfuñé.
–No es suficiente,
–Lo es para mí. Al fin y al cabo, quien corre peligros eres tú no yo.
–Cierto. Y te agradezco todo cuanto me has obligado a aprender: capoeira, judo con más grado que tú, karate, silat… Me has convertido en una muchachita invencible.
–La espía más divina y peligrosa del mundo –sonreí–. Espero que eso no te moleste.
–No, no… Dime: ¿cuántos años tienes, papá Lou?
–Treinta y cuatro.
–¡Oh! –Mi Baby se echó a reír–. ¡Es fantástico! ¡A mi edad, tener un papá de treinta y cuatro años! Es un poco absurdo. En realidad, casi podría enamorarme de ti.
–No digas tonterías –reí, divertido.
–¿Por qué te parecen tonterías? Desde luego, no eres precisamente guapo… No, no lo eres. Pero resultas simpático, a pesar de tu gesto hosco y malgeniado. Me gustan tus ojos, de ese color… azulgris tan diáfano. Son más bien antipáticos, porque producen la sensación de penetrar en el cerebro, pero… Me gustan. No eres guapo, pero me gustas.
–Supongo que te gusta más Número Uno –sonreí.
La tendí su copa de champán con una roja guinda, desde luego. Ella lo probó, y me miró de tal modo que comprendí que todo estaba perfecto.
–Tu amabilidad ha llegado hasta el extremo de buscarme un agradable… amigo –musitó después de beber.
–¿Un amigo? –Sonreí irónicamente–. Querida niña, espero que no pretendas engañarme a mí. Tú amas a Número Uno.
–Si tú lo dices, será verdad, claro –susurró ella.
–Sin duda alguna.
Ella bebió otro sorbito de champán, sin dejar de mirarme.
–Papá Lou: ¿por qué me haces correr tantos peligros?
–Siempre hay alguien en el mundo que vive peligrosamente.
–Pero… ¿por qué yo?
–He pensado en eso muchas veces. Parece que a ti, como mi personaje más querido…
–Gracias, papá Lou.
–… debería encomendarte otras actuaciones en mis novelas. Podrías, por ejemplo, ser una reina, o una emperatriz. Por lo menos, una condesa, o algo parecido. Una mujer muy bella, casada con un emperador, al cual daba muchos hijos y vivía románticamente, muy feliz y tranquila, rodeada de fieles servidores, de flores, de amor… y de paz. ¿Te gusta?
–Me parece que no –frunció Baby el ceño, arrugando la naricilla.
–Ah… ¿No te gusta?
–No demasiado. Pero es que tú vas de un extremo a otro. O emperatriz, o espía asesina. ¿Por qué no un término medio?
–¡Es imposible que hables en serio! –exclamé.
–Veo que me conoces bien –rio deliciosamente–… Pero insisto: ¿por qué he de ser yo quien corra tantos peligros?
–Tengo la explicación, si quieres oírla.
–Desde luego que sí.
–Bien… Supongo que a estas alturas estás ya convencida de que el mundo está podrido. Realmente podrido.
–Aceptado eso.
–Por lo tanto, había que buscar a alguien que depositase un poco de fe y de esperanza en la humanidad. Un héroe.
–Pero has creado una heroína: yo.
–Lo medité detenidamente. Al principio, por rutina, pensé en crear un personaje masculino que fuese por el mundo arreglando los feos asuntos. Pero llegué a la conclusión de que un hombre que mata es algo… desdichadamente normal, admitido desde siempre por las masas. Por lo tanto, si ese personaje masculino mío mataba a algunas personas, no impresionaría demasiado a nadie. Entonces, tú fuiste brotando en mi imaginación. Una mujer… Parece que es más horrible que sea una mujer quien vaya por el mundo eliminando a personajes malvados. Más horrible y, al mismo tiempo, más significativo.
–¿En qué sentido es más significativo?
–Bien… Parece que en el hombre es normal matar. Pero no lo es tanto en la mujer. Así pues, si una mujer se decide a matar, incluso fríamente, hay que pensar que tiene muy buenas razones para ello. Es un gran contraste: una dulce muchachita asesinando hombres. Cualquiera comprenderá enseguida que esos hombres merecían mil veces la muerte. Así ha de ser, para que una jovencita como tú se decida a asesinarlos fríamente. En cierto modo es una llamada de alarma al mundo… ¡Qué mal han de estar las cosas para que una muchacha tenga que salir a matar hombres! ¿Me comprendes?
–Naturalmente. No olvides que me has creado muy inteligente. Dime: ¿tengo que seguir matando hombres?
–El día que eso no sea necesario, mi pequeña, te convertiré en emperatriz de un hermoso y dulce país, y vivirás feliz el resto de tu vida, rodeada de mar, palmeras, gaviotas, niños y personas bondadosas. Mientras tanto, lamentándolo, tendré que seguir enviándote por todo el mundo en misión de… limpieza. ¿No estás conforme?
–Me gustaría que la gente fuese más buena.
–Pero no lo es. Te he concedido muchas oportunidades para comprobarlo, Baby. Tú tienes que seguir siendo quien eres… Debes ser como una hermosa esperanza para la gente buena. Tienes que seguir en el frente de batalla, pequeña.
–¿Hasta cuándo?
–Hasta que todos seamos buenos. Y hasta que los mismos buenos se cansen de ti.
–Cuando se cansen de mí… ¿me matarás? –musitó,
–No.
–¿Qué harás conmigo?
–Ya te lo he dicho antes: puedes estar segura de que tendrás el fin que mereces.
Baby comprendió que yo no le diría nada más, Estaba muy interesada en su futuro, pero era demasiado inteligente para insistir. Bebió otro sorbito de champán y continuó mirando hacia el mar azul, verde y gris, y las blancas gaviotas.
–Papá Lou.
–Dime.
–¿Estabas escribiendo algo sobre mí?
–Sí. Intentaba conseguirte una pequeña aventura navideña.
–¿Es necesario?
–Es conveniente y correcto que tus lectores reciban un saludo tuyo en las fiestas navideñas.
–¿Y tengo que enviarles ese saludo jugándome la vida, o matando a alguien?
–Querida mía: una mujer como tú, de tu categoría, de tu talento, de tu calidad, no puede limitarse a decir «Felices Fiestas». Eso es muy poco.
–Papá Lou: ¿tú me quieres?
Nos quedamos mirándonos. La pregunta tenía su importancia, su razón de ser. Baby no suele hablar sin motivo, ni hacer preguntas estúpidas.
–Bien… Te quiero profundamente, Brigitte. Sí, te quiero. Quizá parezca una tontería que un autor quiera realmente a uno de sus personajes, y piense en él, y sueñe con él… Algunas noches, he soñado contigo. No te rías, es cierto. He soñado contigo, y, lo más asombroso, es que durante esos sueños han acudido a mi mente algunas de tus aventuras. A veces, cansado de trabajar, me siento ante ese ventanal, y miro tu rostro, en las portadas do mis novelas, y me recreo en tus ojos azules, tu boquita sonrosada, tu dulce expresión. Otras veces, conversando con mis amigos, te menciono como si fueses un personaje real, de carne y hueso. ¿Cómo está tu Baby?, me preguntan. Y yo sonrío y les digo cómo estás y dónde estás: «Hoy la tengo en Singapur, pasando un mal momento en manos de un malayo, un tal Bota Gunong, que la tiene desnuda, azotada y acorralada en una pocilga donde hay dos docenas de cerdos hambrientos»…
–Recuerdo eso –sonrió Brigitte.
–Sí… Supongo que no estás demasiado contenta del trato que te doy.
–También me proporcionas momentos buenos. Y puesto que realmente me quieres, todo está bien, papá Lou. La verdad es que estoy… muy contenta. Pensaba que me considerabas un personaje más de tu fantasía.
–No es así. Eres mi hija preferida.
–Bien… Creo que debo irme, papá Lou. Gracias por el champán… Y por tu cariño.
–Mereces ambas cosas. Sobre todo, mi cariño. Eres… una buena hija, Baby. Hay personajes que me han dado algunos disgustos. Tú, jamás, ni uno solo. Ojalá fueses una realidad y no una fantasía.
–Si yo fuese una realidad, tú deberías tener unos cuantos años más, papá Lou –rio ella–. Y no quiero convertirte en un viejo. Me voy. Volveré en otro momento, cuando no tengas trabajo.
Me quedé mirándola fijamente. Por fin, sonreí. Baby era muy astuta, pero, evidentemente, no más que papá Lou.
–¿A qué has venido realmente? –pregunté.
–Quería… pedirte un favor. Pero, puesto que aseguras amarme tanto, ya es innecesario.
–¿Qué favor es ése?
–Si realmente me quieres, lo sabrás. Me gustaría verte muy a menudo, papá Lou, porque yo… yo sí te quiero a ti, de todo corazón.
Y desapareció, igual que una gaviota entre las nubes bajas de la mar.
* * * *
Alcé la cabeza de pronto, sobresaltado. Ya era casi de noche, y por el ventanal de mi despacho entraba una luz rojiza de ocaso. El mar parecía de color violeta casi negro, y no se veía ninguna gaviota en el cielo, salpicado ya de estrellas que brillaban tenuemente. Las palmeras oscilaban suavemente, moviendo sus palmas como brazos que me llamasen.
–Baby… –llamé.
Silencio absoluto.
Me despejé completamente. ¿Acaso me estaba volviendo loco? Amo en verdad a Baby, la quiero más que a ningún otro de mis personajes, hablo de ella con mis amigos, con mi editor… Es cierto que sueño con ella a veces, y hasta en ocasiones he creído que realmente existe. Pero, indudablemente, pensar que ella me había visitado era una completa locura.
Encendí la luz de mi pantalla, y me quedé mirando la página que había en la máquina de escribir. En ella, Baby se encontraba en un serio apuro… Como siempre. Siempre en apuros. Y la pregunta estalló en mi mente, con brusquedad casi dolorosa: ¿merecía Brigitte la dura vida que yo le imponía, novela tras novela?
Es cierto que tiene que haber en el mundo alguien que se dedique a limpiarlo de alimañas, pero…, ¿por qué siempre mi Baby? ¿Acaso ella era la única que no se merecía un descanso navideño?
El sueño que había tenido se reavivó en mi mente. Brigitte había dicho que había venido a pedirme un favor, pero que, puesto que yo había asegurado amarla, consideró innecesario pedírmelo claramente. Yo tenía que adivinarlo. Si yo amaba a Baby, tenía que saber lo ella quería.
Y lo sabía.
Arranqué de la máquina de escribir aquella página en la que mi querida espía estaba pasando apuros, la hice pedazos y la tiré a la papelera. Estaba convencido: Baby quería descansar unos días, vivir unas Navidades dulces y tranquilas, sin matar a nadie, sin correr peligros… Y se las merecía. Se las merecía más que nadie en el mundo. Eso era lo que ella había venido a pedirme en mi sueño…, y yo, papá Lou, se lo concedía.
Me sentí tan contento, de pronto, que decidí obsequiarme con un buen trago de vino español. Me levanté, fui al bar, toqué la botella…, y volví la cabeza hacia el refrigerador.
¿Por qué no? Realmente aquella era una estupenda ocasión para beber un par de copas de Dom Perignon 55, con una guinda. Aquella botella llevaba allí alrededor de cuatro años… Demasiado tiempo para que conservase su auténtico sabor, pero, en fin…
Me volví hacia el refrigerador, y, en aquel preciso momento, vi lo que había en una esquina de mi mesa de trabajo: dos copas de champán, vacías. Estuve unos segundos mirándolas atónito, sin comprender. Estaba seguro de no haber bebido champán, y mucho más seguro de no haber tenido invitados. Me acerqué. En el cenicero había dos puntas de cigarrillo, una de ellas ligeramente manchada de sonrosado carmín…
Creo que incluso palidecí. Fui rápidamente al refrigerador, lo abrí de un brusco tirón, y alargué mi diestra hacia donde, desde hacía cuatro años, he tenido la botella de Dom Perignon 55…
Pero la botella no estaba allí.
En su lugar, había una rosa roja.
Y una tarjeta de color rosa, en uno de cuyos lados, con una letra elegante, graciosa, redondita, se leía:
Perdona que me lleve la botella de champán, pero ya sabes cuánto me gusta. Te agradezco mucho que me permitas pasar unas tranquilas Navidades, y te ruego que no olvides felicitar a nuestros lectores, a los que envío muchos, muchísimos besos. Con esta rosa roja, papá Lou, te dejo todo mi cariño.
Te quier
Baby
Amigo Lou,
estou sempre aqui em seu blog, seguindo os seus relatos fantásticos, originais, surprrendentes e emocionantes !
Quero deixar um abraço, desejando muita saúde para você que é um dos mais talentosos e versáteis escritores que existem.
Sabe que sou o seu admirador mais fiel !
Copacabana, Rio de Janeiro, Brasil
8 de junho de 2008
Jôka P.
(Jonas Eduardo Prochownik)
Comentario por Jôka P-Av.Copacabana — Junio 8, 2008 @ 8:24 pm
Lou,
estou muito emocionado com esse relato do encontro do autor com sua personagem.
Quero lhe dizer que (em sonhos?) também já recebi a visita de Brigitte Montffort - a maravilhosa Baby, minha querida espiã.
Comentario por Jôka P-Av.Copacabana — Junio 8, 2008 @ 8:33 pm
Gracias de nuevo, Jôka. Estoy esperando disponer de un poco de tiempo libre para escribir otro relato de nuestra Brigitte que hace tiempo tengo pensado. Ya te avisaré.
Abrazos.
LOU
Comentario por Lou Carrigan — Junio 9, 2008 @ 3:26 pm
Lou,
Soy Anne Brito, Relaciones Públicas en la Bahía, el Brasil. ¡Interesante era cuando encontré “Public Relations”de un libro con una gran historia, yo falled en amor por Baby y su número uno!!! Mi madre, esposa de un comandante del ejército brasileño tiene una colección del librete su, Gisele y el Baby. Son muchos libros, nosotros no obtienen para contar… Yo heredaré todos los libros y leo una pequeña parte, creo que las mejores, no obstante no tenga mejor, todas tienen mismo mensajes de los cativantes y el estilo de la policía es fantástico. ¡La imaginación flota con cada poca historia, cada cigarrillo del Baby y cada suspiro del extremo, sin dudas! Me estoy imaginando que cuánta gente joven había tenido la ocasión de saber sus romances aquí es… Tengo que usted dos preguntas para usted: uno está en Baby en este año de 2008… que sería igual, sin una duda, sin embargo si tenía un tatuaje. ¿dónde estaría y que sería el dibujo? Otra pregunta estaría en un regalo… que mi madre es definitivo su ventilador y que ama al Baby, su personaje. ¿Será que usted podría enviar vio que yo tela que una capa firmó para usted, Lou Carrigan? Su aniversario de él es en la semana próxima y sería muy interesante este recuerdo para él. ¿Sería posible? Ahora iré siempre a seguir el aviso para el blog. Soy agradecido para escribir tantos libros y tener la imaginación y sensualidad agregadas a los lectores. I love all histories! ¡Aclamaciones!!
Comentario por Anneel — Junio 11, 2008 @ 4:14 pm
Estimada Anne, muchas gracias por tus elogios, en verdad me alegra y satisface que a la familia Brito os gusten las aventuras de la espía más linda y peligrosa del mundo. Si no surgen contratiempos tenemos en proyecto poner muy pronto a la venta en internet la colección ZZ7, en idioma español. Oportunamente lo avisaré en la página y presentaré la colección con todo detalle.
Mientras tanto, te envío aparte una portada autografiada, y espero que sea del agrado de toda la familia.
En cuanto a los tatuajes, debo decirte que Brigitte no tiene ninguno, ni intenciones de tenerlo nunca, pero si en alguna ocasión tuviera que tatuarse para realizar alguno de sus trucos de espionaje sin duda se pondría el que te envío con la portada y que como puedes comprobar, sería muy digno de ella. Por supuesto, se lo pondría sobre su valiente y generoso corazón.
De nuevo gracias y un saludo muy afectuoso de
LOU CARRIGAN.
Comentario por Lou Carrigan — Junio 12, 2008 @ 3:45 pm
Antes que nada,dejeme decirle que lo conocì hace muchisimos años cuando lei KIAI DE AMOR Y DE MUERTE,protagonizado por el español Pedo Alarcon Salcedo y Ulla a quien a su padre le cobro una millonadasin que lo supiera para hacerle un cirugia plastica de cara a la propia Ulla,a los incomparables judokas:kenjiro sato en SATORI luchando contra Asia y su robot,mi colega médico,Nathanael Lawrence Moore defendiendo la escuela del maestro Shoji,Rock Forrest contrarrestando la tecnica del kuri kiji,Sergio Fornaro salvando al coro de angeles,y los estupendos karatecas como Shi mi,John “eagle”Masters el Vuelo del Aguila,el del Agua dormida(mizo no kokoro),el ninja frances Bernad,el mexicano Carlos esquivando balas con cianuro,a Saburo Abe,actor kendoka,y en fin,cuantas novelas lei de los alumnos del Maestro TAKEO “CARRIGAN -VERA” INOMURA,y sobre todo las lecciones de DO que nos enseñaba en cada aventura de la Negra Tempestad,pero lo mejor fue la hija favorita, la mujer mas hemosa y letal del mundo:BABY,Operacion estrellas,dandole la mano a Angelo Tomassini para salvarlo,su enojo a la CIA por haber matado sin saber al agente chino que solo conocia por telefono en los Cerecos floreceran en china,defendida y protegida sin saberlo por su Simon leproso en NAP(nuestro agente de pekin),regalando al joven taxista Ali diez mil dolares solo para ser recordada por un Ala sea contigo,Las brujas de harlem en donde una mujer de color le augura muchos hijos,y muchisimas mas historias que lei,actualmente en Veracruz ya no tengo forma conseguirlas,ya que cuando cambie de residencia,se me extraviaron cajas en donde iban.Sin embargo lo felicito por ser un gran escritor y haber aprendido su Do que nos enseñaba como Carrigan Sho Dan, como se firmaba,y al que mi ya desaparecido Maestro de Karate Do(4o Dan) leyò y hasta copio el Himno que salio en Playa Privada.SEÑOR,si SEÑOR (con màyusculas) del genero literario,reciba ud mis felicitaciones y mi agradecimento por haber aprendido de sus historietas lecciones para mi vida,eternamente agradecido,me despido de ud deseandole todo lo mejor de la vida.
Comentario por alejandro r. meza — Junio 29, 2008 @ 9:53 pm
Abrumado estoy, Alejandro. Porque, francamente, que elogien mi trabajo como novelista me encanta, pero que me digan que he proporcionado a mis lectores la vía (nuestro DO) para ser mejores en lo posible, me emociona y me gratifica mucho más que los elogios al escritor. En cualquier caso, siempre he considerado que la labor del escritor (por muy modesta que sea esta labor) no sólo es entretener, sino, precisamente, enseñar lo que buenamente pueda para mejorar la vida y la calidad humana del lector. Me alegra muchísimo haber conseguido esto contigo y te agradezco que hayas iniciado este contacto.
Y te envío un afectuoso abrazo con mis mejores deseos de salud y felicidad.
LOU CARRIGAN
Comentario por Lou Carrigan — Julio 2, 2008 @ 9:13 am
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Trackbacks por play piano — Diciembre 7, 2009 @ 1:29 pm