LA NEÓFITA Y LA HIGA
6
LA INICIACIÓN DE LA NEÓFITA
Una ceremonia muy bonita, que por eso la he dejado para el final, es la de iniciación de una principianta, es decir, la de encaminar por el sendero de la brujería a una joven novata.
Vamos allá:
De las mujeres reunidas en la ceremonia, por supuesto todas viejas, feas y duchas en el oficio, hay una especial que suele llamarse <Juana la Izquierda>, y que naturalmente es la más fea, nauseabunda y bruja de todas, la gran maestra de las brujas, por decirlo así.
Ella es la que comienza la ceremonia, desnudándose y soltando sus mugrientos cabellos largos y grises que cuelgan como manto de rata por su verrugosa espalda. Se provee de una escoba de palma previamente perfumada con alcrebite [o sea, azufre], y tras adornar su cabeza con una grotesca toca, se pone a barrer el suelo, pues debe quedar muy limpio el lugar donde piensa trazar el círculo protector. Éste lo hará con carbón, colocando en su contorno los restos de ese carbón, más sal y azufre [o sea, alcrebite].
Tras esto, desgreñada, horripilante, desnuda, con la escoba en una mano y una vela encendida en la otra, entrará en el mencionado círculo de seguridad mientras invoca al demonio con salmos mascullados:
Ven, ven, marido,
cara de cabra,
que más vale lo mío
que tu barba.
Esta invocación tiene que hacerla tres veces, mientras sus ayudantas, tan piojosas y exaltadas como ella, pero permaneciendo fuera del círculo, gimen y sollozan:
Ven, Belcebú, ven,
Ven, Satanás…
El demonio suele aparecer rápidamente, pues esto de las bodas le gusta enormemente; pero a veces se hace rogar, y en ese caso una de las brujas del exterior del círculo se tiene que colgar de la cadena que sostiene el perol de los hechizos, y desde tan aérea postura hace una nueva invocación, y las que sea necesario.
Por fin, el Gran Cabrón se digna aparecer, generalmente en la forma tradicional, o sea, con aspecto de macho cabrío, aunque en muchas ocasiones puede aparecerse en forma de lobo, conejo, e incluso de mula parda.
Es muy caprichoso.
Ha llegado entonces el momento de presentarle a la neófita, cuya obligación principal es someterse a él. Aparece la principianta envuelta en un negro manto bajo el cual se halla completamente desnuda. Suele llevar los cabellos sueltos y estar perfumada con azufres y otras mandangas infernales. Al aparecer ante el Diablo se abre el manto mostrando la juvenil belleza de su cuerpo, y dice:
Ven, Belcebú, ven,
Ven, Satanás,
que presto esta noche
bodas tendrás.
Y va el demonio, y, en efecto, bodas tiene, porque la abraza y todo eso que se hace. Tras lo cual, se siente tan contento que se pone a bailar con las brujas, que también están muy contentas, porque ya tienen otra colega, la cual baila a su vez, pensando en los sapitos que en breve tendrá tras su iniciación por el Gran Cabrón en la estirpe de las brujas.
Todos están contentos.
Así da gusto.
HECHIZOS, CONJUROS, MAL DE OJO
Y LA <HIGA>
Hablando en términos formales y actuales, un hechizo es cualquier cosa supersticiosa, como jugos de hierbas, untos, pócimas, etcétera, de que se valen los presuntos hechiceros para el logro de los fines que se prometen en el ejercicio de sus vanas artes. Un conjuro es una imprecación hecha con palabras e invocaciones supersticiosas, con la cual cree el vulgo que hacen sus falsos prodigios los que se las dan de mágicos y hechiceros. En cuanto al mal de ojo, es un influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra, mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños.
Pero no todos los conceptos tienen siempre una explicación tan formal ni pragmática, y en ocasiones conviene tender el oído a otras explicaciones u opiniones sobre el mismo tema.
Por ejemplo:
Hay algunas personas tanto venenosas en su complisión [entiéndase: complexión o aspecto] que, por vista sola, emponzoñan el aire e los a quien aquel aire tañe o lo reciben por tracción respiratoria.
E cuidan muchos que las palabras dañan en esto más que el catar, porque ven que si uno mira a otro que le bien parezca e lo alaba de fermoso e donoso, luego en él paresce daño de ojo, siquier de fascinación. E la causa de esto es que aquel que alaba la cosa mirada paresce que la mira más fuerte e firme, atentamente, que a otra cosa.
Marqués de Villena
Cuestión es entre los físicos [médicos] si hay mal de ojo, pero comúnmente está recebido [admitido] haber personas que hacen mal con sólo poner los ojos en la otra, especialmente si es con ira o con envidia.
Covarrubias
Pero el más prolijo en la explicación del mal de ojo, tal vez por ser el más entendido en la materia, es el padre Castañega, que dice:
La virtud expulsiva, que es una de las virtudes de la potencia nutritiva, expele y lanza fuera del cuerpo todas las impuridades que no se tornan en sustancia y mantenimiento del cuerpo, y lo que es más grueso expele y echa por las partes inferiores, que la naturaleza para ello proveyó y señaló, y lo que no es tan grueso por las ventanas naturales, como por la boca, las narices y las orejas, y lo que es más sotil [sutil] por los poros y las partes espongiosas, como es el sudor, y lo que es muy más sotil expele por las vidrieras de los ojos; y así salen por los ojos, como unos rayos, las impuridades y suciedades más sotiles del cuerpo, y cuanto más sotiles tanto son más penetrantes e inficionan, y así parece que la mujer estando con sus flores [sus magias] mirando al espejo nuevo y limpio, lo hinche de pecas y manchas con los rayos que salen de sus ojos, porque la virtud natural en tal tiempo lanza las suciedades del cuerpo, y como está dicho lo muy sotil echa fuera por los ojos y así ensucia el espejo.
E si en tal tiempo mirase ahito y de cerca a los ojos de algún niño tierno y delicado, le imprimiría aquellos rayos ponzoñosos y le destemplaría el cuerpo de tal manera que no pudiese abrir los ojos ni tener la cabeza derecha sobre los hombros, y aun con el aliento le haría daño porque lo tienen entonces recio y de mal olor…
Y esta infición y ponzoña tienen más unas que otras, y en especial las viejas, que han dejado de purgar sus flores a sus tiempos por la naturaleza ordenados.
O sea, que cualquiera que sea mirado está expuesto a ser víctima del mal de ojo.
Lo peor de esto es que uno nunca sabe si está siendo víctima del mal de ojo, pues parece que mirando sin ninguna intención, e incluso mirando con buena intención, se puede emitir sobre el mirado la <venenosidad de complisión>. Y esto tiene que ser verdad de seguro, porque recuerdo que conocí a una vieja que cuando le mostraron un bebé muy hermoso no quiso mirarlo, y se fue a toda prisa, causando la extrañeza de todos. Yo la seguí, y le pregunté por qué había hecho eso.
—Hijo mío —me dijo—, lo he hecho porque no quiero echarle mal de ojo a esa criaturica.
—¿Por qué habías de echarle mal de ojo? —inquirí—. ¿Acaso lo quieres mal?
—¡Jesús bendito, claro que no! Pero es tan hermoso que al mirarlo podría yo tenerle envidia y causarle entonces muy gran mal de ojo.
Conque así estamos.
En fin, que ya tenemos otro indicio revelador de la brujalidad (o sea, cualidad de bruja, otra palabra nueva que propongo al idioma castellano) de las mujeres. Si estamos con una que nos mira muy bien, y nos dice que somos guapos, y nos besa, nos abraza, nos mima, y, en fin, nos trata como a reyes maravillosos…, ¡cuidado, porque puede echarnos encima un mal de ojo mortal! Si es una bruja, claro; si no, no.
Pero eso lo sabremos a la mañana siguiente.
Si nos despertamos tan campantes y dispuestos a todo, significa simplemente que hemos tenido la gran fortuna de pasar la noche con una chica deliciosa a la que no hay que dejar escapar. Si, por el contrario, nos da la sensación de que nos ha despertado el canto de un gallo negro, y al mirarnos al espejo del cuarto de baño vemos nuestro cuerpo lleno de manchas, verrugas y flacideces, y nuestra cara lo más parecido posible a un montón de mierda podrida, no hay la menor duda: ¡hemos pasado la noche con una asquerosa, pérfida e hipócrita bruja que se había disfrazado de nena cachonda y cariñosa!
Son riesgos que se corren. Los únicos que escapan a estas vicisitudes, según el maestro Ciruelo, son los animales, porque aunque los miren de cerca o de lejos no les puede dañar la vista del hombre o mujer doliente o sano naturalmente, porque la infición que daña al hombre no siempre hace daño al animal bruto, antes algunas veces le hace provecho.
Pues bien, no estoy de acuerdo con el maestro Ciruelo, porque yo sé que muchos animales han enfermado e incluso perecido víctimas del mal de ojo producido por personas que los envidiaban a sus propietarios.
Verbigracia, si Fulano tiene seis vacas hermosísimas que le dan un torrente de leche diaria, y Mengano tiene menos vacas, o, aun teniendo más, están menos lustrosas y producen menos leche, es muy posible que, ya sea debido a simple y pura envidia o a maldad de Mengano, se produzca el mal de ojo contra las seis vacas lecheras de Fulano…, aunque lo más corriente es que Mengano recurra a una bruja para que le haga el trabajo sucio.
Para eso están las brujas.
Que me muero de rabia porque las vacas de Fulano dan más leche que las mías. Que les eches mal de ojo. Que ojalá en vez de leche le den mierda. Que ojalá se le mueran.
El precio son mil maravedises.
Y va la bruja y echa el mal de ojo y al poco Fulano se lleva el disgusto de su vida porque sus vacas, o bien dejan de darle leche y se ponen lánguidas, tristes, y, en fin, enfermas, o bien, más simple y expeditivo, se le mueren.
Que haberlas, haylas.
Y yo las he visto.
Es claro que, sabido el asunto, pronto surgieron los llamados <desaojadores> y los <deshacedores> de toda clase de maleficios y hechizos, e incluso alguna que otra <desaojadora> y <deshacedora>, que generalmente son brujas tan malas como las otras pero que han montado su tinglado curando en lugar de enfermando.
Todo es lo mismo, todos son brujerías, así que lo que hay que hacer es evitar caer en ellas, meterse en la noria de los maleficios.
Para evitarlo hay diferentes sistemas, como por ejemplo colocarse en la frente, enganchados en los cabellos y de modo que cuelguen ante los ojos, pequeños espejos de modo que llamen la atención de la mirada del aojador o de la aojadora y la deposite así en los espejos y no en los ojos de aquella persona a la que se quiere convertir en víctima.
Esto suele utilizarse especialmente con niños pequeños, a fin de tenerlos siempre bien protegidos, puesto que <<… ellos corren más peligro que los hombres por ser ternecitos y tener la sangre tan delgada>>.
Si este sistema falla, está previsto otro. La recomendación consiste en que en cuanto se tenga la más leve sospecha de aojamiento se le hagan al niño sahumerios de hierbas odoríferas e incienso y otras hierbas aromáticas durante algunos días. Hay más, uno de ellos bastante insólito y no poco salvaje, que consiste en pasar ojos de gatos monteses por los ojos de los niños, antes de que éstos sepan hablar.
O sea, que hay que ir al monte, cazar unos cuantos gatos, matarlos, sacarles los ojos (sería dificilillo hacerle semejante jugada a un gato montés sin antes matarlo), y pasarlos entonces por los del niño.
Cosa fina y muy humana.
También, según Covarrubias, hay otros remedios: poner en las manos del niño ramillos de coral, mano de tasugo, cuentas de ámbar, piezas de cristal y azabache, nuez de plata con azogue, castaña marina, raíz de peonía y muchas otras cosas que saben los que saben.
Los moros, en cuanto sospechaban que eran víctimas de aojamiento, recurrían al agua de Almanchicén, <<que es rocío de mayo>>, y se colgaban del pescuezo granos de peonía <<e pónenles a los niños libros pequeños escritos e dóceneles tahalil, e dineros forrados al cuello e contezuelas de colores>>.
El marqués de Villena facilita unas fórmulas que conoció entre los moros para investigar si uno está o no está aojado.
Una de esas fórmulas consiste en lanzar gotas de aceite en el dedo meñique de la mano derecha o sobre el agua de un vaso <<puesto en presencia del pasionado [aojado]>>, parando mientes si derraman o mudan de color.
La otra fórmula consistía en que los investigadores <<lanzaban al agua una clara de huevo e levantábanse ástiles e figuras en el agua que parescen de personas, e allí decían los entendidos en esto si era fascinado [aojado] e cómo le vino e de qué persona>>.
Dejando a los moros y volviendo a lo nuestro, no podemos olvidar la famosa y eficacísima <higa>, remedio excelente entre los excelentes, barato entre los baratos, práctico entre los prácticos, y, en fin, de rapidísima ejecución, que se lleva a cabo cuando nos tememos que alguien está echando mal de ojo a nuestro bebé, a cualquier otra persona querida, o a nosotros mismos.
¿Qué es la higa?
Pues la higa es algo así como un corte de mangas pero menos aparatoso, y se hace con una sola mano, mejor si es con la izquierda. Consiste en cerrar la mano y, una vez formado el puño, hacer salir la punta del dedo pulgar por entre los dedos corazón e índice.
Una vez formada la higa, debemos mover la mano de modo que el dedo pulgar que asoma apunte al supuesto aojador, y hacemos el gesto como si estuviéramos pinchándole repetidamente y con gestos muy cortos con dicho dedo. Una variante consiste en mostrarle al aojador la higa al tiempo que se hace un enérgico gesto con el puño de modo que la punta del dedo pulgar apunte hacia arriba.
El refinamiento de este gesto protector, pero un tanto aparatoso (y que puede despertar la ira y el rencor del fallido aojador), consiste en hacer la higa y al mismo tiempo el corte de mangas de modo que sea la mano <higada> la que apunte hacia arriba en el gesto final.
Sí, brutalmente refinado.
Sensacional.
Infalible.
Atentos al detalle: si se trata de un aojador, seguro que se apresurará a poner tierra de por medio entre él y nosotros, pero si se trata de una aojadora bruja, la cosa cambia, porque las brujas son más hipócritas y también, todo hay que decirlo, más valientes; por este motivo es muy posible que ella, tras recibir el <higazo>, se haga la desentendida, es decir, que disimule que es una bruja y tenga la osadía (¡la desvergüenza!) de acercarse a nosotros como si tal cosa.
En ese caso, debemos asegurarnos de que es una bruja antes de actuar contra ella de forma contundente y terrible.
Para asegurarnos debemos agarrarle su mano izquierda con nuestra derecha, y, con el dedo pulgar sobresaliente de la higa, pincharle tres veces en la palma. Si palidece y retira la mano vivamente al tiempo que da un paso hacia atrás, ¡es una bruja!, y por tanto debemos actuar de la forma dicha, o sea, contundente y terrible.
Esta forma contundente y terrible es hacerle la señal de la cruz con la higa ante la frente, con lo cual no sólo se apresurará a alejarse a toda prisa de nosotros al comprobar que sabemos protegernos de ella, sino que es posible que incluso tenga algunos vómitos.
Si cuando pinchamos la palma de su mano izquierda con nuestra higa, ella se echa a reír, tranquilos, pues seguro que no es bruja: hemos metido la pata un poco, pero eso se cura.
También los adultos, claro está, pueden ser víctimas de aojamientos, por lo que no debe sorprendernos que se procuraran y/o proveyeran de antídotos y protectores adecuados, como llevar encima coral, hojas de laurel, raíces de mandrágora y piedra esmeralda, jacinto y dientes de pez junto con ojos de águila y plantas de buenos y suaves olores como <<almizcle e acibra, e linaloe e gálvano, e úngula odorífera e cálamo aromático e clavos e cortezas de manzanas e cidra e nueces de ciprés, porque con estas cosas se conforta el espíritu del que lo trae e facen fuerte su complisión contra el venenoso aire, depurándolo e rarificándolo con su calentura e fragancia>>.
Otra cosa que va muy bien para protegerse e incluso para curarse del aojamiento es llevar hojas de albahaca en las orejas o hacerse sortijas de uñas de asno doméstico.
Y lo definitivo: bostezar en nombre del enfermo muchas veces hasta que crujan las mandíbulas.
Mano de santo. Con perdón.
(Si el aojado es adulto, recomiendo personalmente que se tome un whisky si es varón y una menta con hielo si es hembra; ambos se sentirán mejor, sea cual sea el mal de ojo de que les hayan hecho víctimas; la mujer puede sustituir la menta frappé por vodka, también con hielo aunque no sea correcto tomarlo así, pero nunca deberá tomar whisky, pues es sabido mundialmente que el whisky lo hicieron los hombres sólo para los hombres, ¿está claro?
Así que atención al nuevo e inequívoco dato: si la chica de vuestra elección, o cualquier mujer en general, se atreve a beber whisky en vuestra presencia, o, peor aún, se os bebe el whisky a escondidas, ojito con ella, ¡que es una bruja!)
En cualquier caso, tampoco hay que apurarse demasiado, pues lo que una bruja hace otra bruja lo puede deshacer…, si quiere, claro está. Nosotros debemos, pues, buscar a esa otra bruja que nos quite el aojamiento, y asunto solucionado.
Pero eso no es tan fácil.
Hay que obrar con astucia.
Por ejemplo, si vamos a visitar a una bruja para decirle que nos quite el mal de ojo que nos ha echado un vecino o una vecina envidiosa, no vamos a tener problemas, siempre y cuando paguemos bien los servicios de la bruja <desaojadora>, la cual, por otra parte, es casi seguro que estará encantada de demostrar sus poderes también en sentido positivo y benefactor.
Ahora bien, si el aojamiento nos lo ha hecho otra bruja, debemos ser muy astutos cuando le propongamos la curación. Nada de ofrecerle dinero de entrada. Lo que hay que hacer es decirle que una bruja que asegura ser la más poderosa de todas las brujas nos ha echado mal de ojo y que ha vaticinado que nunca nadie nos lo podrá quitar.
Esto la cabreará.
Y mucho.
Acto seguido, para demostrar que la otra bruja no es la más poderosa, sino que lo es ella, procederá con frenético entusiasmo e interés a quitarnos el mal de ojo. Conseguido que lo haya, mostraremos muy grande admiración y respeto hacia la bruja desaojadora, y nos reiremos de la otra. Luego, como quien no quiere la cosa, le haremos un regalito a nuestra bruja desaojadora.
¡Ojo!
¡Nada de decirle que le estamos pagando un servicio! Se trata de un regalo de admiración y agradecimiento, ¿está claro?
Y ya está.
Libres de nuestro mal de ojo podemos reanudar nuestras actividades normales.
Los hechizos ya es otra cosa, porque requieren determinados conocimientos y un considerable poder, pues sus efectos nocivos superan a los del aojamiento.
Es decir que, mientras el mal de ojo puede echarlo no sólo una bruja, sino cualquier persona, aun sin mala intención y sin proponérselo de modo consciente y tan sólo con sentir una envidia profunda y revulsiva, los hechizos requieren unas maquinaciones y unos rituales que no están al alcance de cualquiera. Y, por supuesto, se utilizan sin piedad cuando con el mal de ojo no se ha conseguido hacer el daño deseado a la persona envidiada u odiada.
El hechizo más corriente (quizá porque es el que suele dar resultados más pronto) es el de confeccionar muñecos de trapos o de barro imitando en lo posible a la persona que se desea hechizar. Esos muñecos deben estar confeccionados, en cualquier caso, de modo que contengan algo perteneciente a la víctima: cabellos, uñas, ropa impregnada de pestilente olor a sudor, y, a ser posible, excrementos.
Una vez confeccionado el muñeco de esta guisa, se procede a hacer con él lo que se desearía hacerle en persona a la víctima. Por ejemplo, si deseamos que tenga enfermedades orgánicas, podemos clavarle agujas metálicas o estacas en el corazón, o en el hígado, o en los riñones… Si deseamos que se rompa varios huesos, se coge la figurilla y la retorcemos como habría que retorcer un cuerpo humano para que se le rompieran tales y tales huesos. Si deseamos que muera abrasado, hay que echar al fuego la figurilla que lo representa.
También podemos desembarazarnos de esa persona arrojando el muñeco que lo representa ya sea al mar, a un río, a un pozo, un lago… Depende de lo lejos que deseemos enviar a la víctima.
Uno de los recursos más utilizados es el de echar la figura al mar; sus resultados son que la víctima del hechizo siente unas incontenibles e interminables ganas de viajar, de ir de un lado a otro incesantemente, con lo cual, sin hacerle demasiado daño lo quitamos de en medio para mucho tiempo.
En estos hechizos se sabe de personas que tras ser arrojadas al mar sus muñecos representativos, ellas mismas se arrojaron al mar seguidamente, obedeciendo fuertes impulsos que nadie podía comprender, y, mucho tiempo después, fueron vistos por esos mares convertidos en seres espeluznantes medio pez y medio persona, todo transformados, con escamas por todo el cuerpo…
Es claro que, sea cual sea el procedimiento utilizado, se deben pronunciar frases rituales, fórmulas mágicas, salmodias de gran efecto, todas ellas secretas, naturalmente.
En algunos lugares se dicen los <responsos de la muerte>, verdaderamente escalofriantes, y durante los cuales la bruja ha de proceder a quemar una vela puesta al revés. Los resultados son terribles: mientras se va consumiendo la vela así colocada, lo que ocurre más rápidamente que puesta en posición normal, también se va consumiendo rápidamente la víctima del <responso>, la cual no tarda en fallecer de modo horrible, como sufriendo los fuegos del infierno.
Contra esto no hay más defensa posible que los ensalmos u oraciones curativas, pero no tendrán efecto si, al mismo tiempo, no se coloca una vela encendida en su posición habitual, lo cual hace de contrahechizo. Estos contrahechizos o ensalmos sirven para muchas cosas, entre ellas, por citar un ejemplo, para curar las verrugas.
Esto se hace del siguiente modo: se cuenta uno con toda exactitud las verrugas que tiene y acto seguido se echan en un pote tantos guisantes como verrugas se han contado. Estos guisantes se ponen a hervir al tiempo que se pronuncian determinadas palabras mágicas, <<vete y no vuelvas, sé que te irás y no volverás, aqueste conjuro lo da por seguro>>; llega un momento en que de tanto hervir los guisantes se convierten en una pasta muy deshecha; esta pasta se remueve bien hasta que quede homogénea y lo más clara y diluida posible. Acto seguido, simplemente, se arroja al retrete o sitio similar, es decir, donde se suelan echar los desperdicios, y a no dudar antes de transcurridas veinticuatro horas las verrugas han desaparecido.
No falla.
Otros procedimientos curativos para diversos percances son los que caracterizan a los xucladors (chupadores) catalanes y a los saliveros. Unos y otros no pueden serlo con auténticas propiedades si no han nacido en Viernes Santo y, como consecuencia observable en todas estas personas, tienen una cruz marcada en el paladar.
Los xucladors pueden extraer del cuerpo de la víctima cualquier clase de enfermedad, veneno o ponzoña cuya herida o señal sea localizable y visible, tales como heridas sangrantes, quemaduras, llagas, picaduras de serpientes o alacranes, mordeduras de perros rabiosos, y cosas por el estilo.
El xuclador procedía del siguiente modo: lavaba la señal visible de la herida, con la lengua hacía sobre ella tres veces la señal de la cruz, y luego se ponía a chupar en ese lugar, mientras la víctima tenía que colaborar rezando determinadas oraciones que se le indicaban.
Los saliveros, por su parte, son gente dotada de grandes poderes curativos utilizando básicamente y a veces solamente su saliva. El padre Castañega los describe así:
Tienen algunos hombres tal saliva, en ayunas, que basta para matar las serpientes, y cada día vemos que la saliva en ayunas cura las sarnillas y algunas llagas sin aplicar otra medicina; de esta manera podría ser que algunos hombres fuesen así complexionados que tuviesen virtud natural oculta en el aliento o resollo [resuello] y en la saliva y aun en el tacto.
Como es fácil comprender, todas estas personas provistas de tan formidables poderes curativos no son del agrado de las brujas, que ven en ellos unos competidores bastante poderosos, ni de aquellas otras personas que gustan de hacer el mal, por lo que siempre tienen que estar prevenidas, especialmente con oraciones.
Y llegamos así a los conjuros, que tampoco son del agrado de las brujas cuando no se recurre a ellas, que son las que más saben de estas cosas, y las que quieren llevar siempre la batuta.
Para cada cosa existe el correspondiente conjuro. Los hay más o menos inofensivos, e incluso los hay benéficos, como los que provocan la lluvia, ya mencionados. Pero la mayoría de los conjuros suelen hacerse para conseguir mal, y en esto, hora es ya de que lo diga, no son solamente las brujas las que se han convertido en expertas, aparte de que las brujas, generalmente, son tan inteligentes y lógicas que no suelen perder el tiempo en brujerías ni conjuros gratuitos, como es el caso de algunos conjuradores que sólo pretenden asustar a los presentes y hacer un acto de absurdo lucimiento personal que a nada conduce.
A este respecto, recurro de nuevo a la sapiencia del padre Castañega:
Hay otros conjuradores para conjurar a los endemoniados, y algunas veces son los mesmos sobredichos, y tienen para esto otras maneras diabólicas. Hacen unos cercos en tierra con ciertas señales y letras dentro repetidas en cierta manera, y hacen al demonio hincar las rodillas dentro de aquel cerco;
y luego que le dice el conjurador ciertas palabras, pierden el sentido, y vienen a hacer gestos espantosos y gritar muy reciamente, e decir palabras desvariadas e muchas veces en infamia de los presentes. Conjúrale que diga quién está dentro (testigo soy de vista desto que digo); respóndele que está en aquel cuerpo por príncipe y capitán del demonio llamado Satanás o Belcebú, con tantos;
y algunas veces que están allí con él tales e tantas ánimas de tales hombres que morieron, y señala cuáles, y habla en su nombre de ellos, representando sus personas, y si morieron en cama o en batalla, piden que les den a beber como fatigados de sed, y si fueron ahogados en la mar hacen gestos como si echaran agua por la boca, y si morieron de enfermedad hablan como enfermo, e otros semejantes engaños pasan.
Hácenles sahumerios crueles, pónenles manojos de ruda en las narices y danles bofetadas e otros tormentos.
Otros conjuros hay que tienden a proporcionar alivios y curaciones diversas.
He aquí uno, conforme lo explica Rodríguez Marín:
Dice Gregorio Morillo (poeta y capellán del arzobispo), contándolo por milagro, que en su presencia, el año 1603, llevaron al Sacro Monte, por espacio de nueve días, a una endemoniada, y estaban los demonios rebeldes y no salían, aunque le habían dicho mil Evangelios, y que el arzobispo fué allá y con el libro de la nómina de Santiago le hizo la señal de la cruz desde la frente hasta el pecho, diciendo en lengua árabe: Non est Deus, nisi Deus Iesus Spiritus Dei, y desampararon [abandonaron] los enemigos, dando terribles aullidos, aquel cuerpo.
Pero insisto: no todo es diabólico, perverso y siniestro. Podemos contratar conjuros provechosos y hasta románticos.
He aquí, por ejemplo, un conjuro que pueden utilizar las mujeres enamoradas y no correspondidas para atraer al hombre amado:
Con cinco te miro,
con cinco te ato,
la sangre te bebo,
el corazón te arrebato,
tan humilde vengas a mí
como las suelas de mis zapatos.
Arre, borrico,
que muy bien te ato;
le juro a Dios y a esta cruz
que has de andar tras de mí
como el alba tras de la luz.
Otra fórmula para hacerse amar locamente, según Amador Velasco y Mañueco, es la siguiente:
Toma una rana viva y métela en un tintero y tápala con su tapador, y luego lleva el tintero a un hormiguero donde haya hormigas y cava y métele dentro, y luego cúbrele, dende a quince días vuelve a tu tintero, o dende a veinte, y hallarás que le habrán comido las hormigas hasta haber dejado aquella espina del espinazo, y vete con tu tintero al mismo arroyo donde la tomaste, y estando dentro la espina ve metiendo agua y vaciando hasta que se quede libre de agua el tintero y limpia la espina;
y esto hecho, guarda la espina y cuando quieras atraer al amor tuyo a quien quisieres, mételo entre los dedos de la mano derecha y tomando la suya dirás: <mi señora, beso las manos de vuestra merced>, y así te querrá mucho, pero no lo vea la persona.
Otro conjuro:
Luna, qué alta estás, qué altas son tus torres, más altos son tus amores, conjúrote con la madre de Nuestro Señor Jesucristo que salga un rayo de tu amor y a mí me dé por las espaldas y a Fulano por el corazón, y que por mi amor no pueda dormir ni reposar hasta que me venga a buscar.
Como bien se ve, hay conjuros para hombres y para mujeres, aunque todos pueden ser usados indistintamente por ambos sexos adaptando con lógica las palabras que sean necesarias.
Estos conjuros son fáciles de realizar y no causan perjuicio a las personas.
De todos modos, deben ser realizados con cautela y prudencia, cuidando sobre todo que, al hacerlos, no haya ninguna bruja a menos de cien metros a la redonda.
¿Cómo se sabe esto? Muy fácilmente: recurriendo al conjuro de los conjuros,
Antes de proceder a cualquier conjuro la persona que se dispone a realizarlo debe sentarse en una silla a ser posible de palma, o por lo menos de madera; es decir, el asiento no debe ser de plástico, metal, tela, ni, en fin, de nada que no sea precisamente palma o madera. Entre el asiento y las posaderas hay que colocar un reloj (hoy día esto es fácil, con esos pequeños relojes de pulsera). Sentados ya sobre éste, se pronuncian las siguientes palabras:
En noches oscuras,
en días de sol,
verano o invierno,
ahí están las brujas
esperando el amor.
Terminado el conjuro, se retira el reloj y se le examina: si continúa marchando podemos estar seguros de que no hay ninguna bruja a menos de cien metros a la redonda; si, por el contrario, el reloj se ha parado, podemos tener por cierto que a menos de cien metros tenemos una bruja.
Única solución: alejarnos de ese lugar, buscar otro y hacer de nuevo la prueba, hasta que el resultado nos sea favorable.
Hay otros conjuros, por medio de los cuales deseamos, simple y lógicamente, protegernos de las brujas, porque, claro está, este inapreciable e imprescindible libro secreto e incluso de insólito solaz, no podía terminar sin que aportase fórmulas de seguridad a las personas que en algún momento podrían hallarse bajo la peligrosa influencia de la brujería, o, peor todavía, ser objeto directo de las malas artes de una sola bruja que le tomase ojeriza o perverso odio.
No hay cuidado, soluciones haylas.
Antes de que salga el sol del día de San Juan tenemos que recoger una mata de achicoria mientras pronunciamos por tres veces la palabra mágica Tetragrammaton. Esta mata, envuelta en paños blancos y limpios, y escondida en lugar adecuado de nuestra casa, nos guardará de brujerías y otras clases de perfidias humanas.
También podemos llevar colgado del cuello durante siete días un collar de dientes de ajo. O cinco bellotas en el bolsillo vayamos adonde vayamos; eso sí, cogidas del bellotero (inteligente árbol de la familia de las bellotáceas) en domingo. O un poco de eléboro negro, especial contra el mal de ojo o aojamiento.
Asimismo, podemos recurrir al conjuro entre los conjuros, al más grande entre los grandes conjuros protectores, que es el siguiente: arranquemos una espiga de trigo en el momento en que las constelaciones nos sean más favorables; de esta espiga, arranquemos nueve granos, que colocaremos en la palma de la mano izquierda; manteniendo ésta abierta, lanzaremos sobre los granos de trigo unos pases magnéticos y benéficos efectuados con la mano derecha, al tiempo que, mirando hacia Oriente, pronunciamos la más grande invocación:
¡Oh, lucientes granos de trigo,
en vosotros la abundancia se encierra,
y sois lo más sagrado de esta Tierra!
Por eso yo os bendigo,
y por eso os llevaré
siempre conmigo.
Hecho lo cual, esos nueve granos de trigo los introduciremos en una primorosa bolsita del color del oro, del color del sol, del color del propio trigo, y nos la colgaremos del cuello para llevarla siempre con nosotros.
Infalible.
Ninguna bruja podrá nada contra nosotros. Ni tan siquiera acercarse.
Aunque… bien pudiera ocurrir que, precisamente, deseáramos la presencia e incluso la compañía de una bruja. Entonces, claro está, hay que buscar a la bruja, debemos convocarla.
Para ello procederemos del siguiente modo:
Nos procuraremos una pequeña rama de olivo, que tiene que estar todavía un poco fresca, y quemaremos uno de sus extremos hasta que se convierta en tizón. Por supuesto, lo dejaremos enfriar. Ya convencidos de esto (no hay por qué ser masoquistas, y mucho menos, idiotas), nos encerraremos en el cuarto de baño, y con el tizón procederemos a pintarnos en la frente tres pequeñas lunas en cuarto menguante, un ojo de lechuza y unas hojas de muérdago. Después, en los dorsos de ambas manos procederemos a pintarnos pequeños círculos, triángulos y estrellas. En cada mano, uno de los triángulos debe ser verde, color que podemos conseguir con un simple rotulador. Con este mismo rotulador nos pintaremos en los espacios libres de la frente pequeños signos de la suma (¡ojo, no cruces, sino signos de la suma: +), y, por último, justo en el entrecejo, una gran estrella con rotulador rojo. Finalizada esta parte de la ceremonia, pronunciaremos en voz baja el siguiente conjuro para convocar a la bruja definitivamente, y ella no podrá resistirse a nuestra llamada:
Bruja, brujita,
salgo en tu busca,
aparece muy pronto
ante mi vista.
Así de simple.
No hay que complicarse la vida con virguerías.
Y ello, por una simple razón: si las señales de la frente y manos están bien hechas el conjuro verbal puede reducirse al mínimo, seguros de que no nos va a fallar.
Prosigamos.
Ya todo en orden, sale uno de casa profusamente pintarrajeado del modo dicho y va y se mete en una <disco>, o en un <pub>, o en un <club>, o, en fin, en cualquiera de esos lugares donde habitualmente se encuentra carne joven (o aparentemente joven por medio de maravillosos hechizos) y con ganas de sentir cómo la vida late y estalla de puro gozo.
Una vez en el lugar elegido, se acerca uno a la barra, o se sienta en un banco, o ante una mesita, etcétera, y, simplemente, espera.
Sin impacientarse.
Sin alterarse.
Con seguridad, se pasará un buen rato oyendo risitas burlonas a su alrededor, captando miradas de guasa y hasta es posible que tenga que escuchar alguna impertinencia o alguna chorrada pretendidamente graciosa pero que sólo servirá para poner de manifiesto que el mundo está lleno de gentuza que tiene sesos de mosquito y que no sabe nada de nada.
En fin. Ni caso. Impasible.
Hasta que, finalmente, a uno se le acercará una joven, la más espléndida, la más lustrosa, la más bienoliente, la más fragante, la más simpática y radiante de todas las allí presentes (e incluso del mundo entero) y le dirá:
—Con esa facha, cariño, sólo te falta echarte a volar.
—Si traes tu escoba, me monto ahora mismo hay que replicar rápidamente.
Los dos habrán cumplido así con el ritual: ella, al verle con los signos cabalísticos en frente y manos ha comprendido que él busca una bruja; él, al oírle decir a ella lo de echarse a volar, sabe que es una bruja, y que, naturalmente, si ha aceptado el contacto es porque él le gusta.
—Pues a lo mejor sí que traigo mi escoba. ¿Cómo te llamas, guapetón?
—Luis Miguel. ¿Y tú?
—Mariloli.
—Huy, qué bonito.
—Yo a ti te llamaré Luismi. Bueno, ¿en tu leonera o en mi polvera?
—¿Polvera?
—El sitio donde echo los polvos, tonto. Los polvos de amor, ya comprendes. ¡Ji, ji, ji…!
—O sea, que vamos a tu gruta.
—No seas absurdo. Tengo un apartamento con cocina americana. ¿Te va?
—Me va.
Y ya a está.
Salen los dos, se montan en la escoba de ella (que a lo mejor se halla camuflada bajo el engañoso aspecto de un Golf GTI, un Twingo o un Fiesta, por ejemplo), y desaparecen volando raudamente en busca de su Paraíso privado…, mientras en la puerta de la <disco>, del <pub o del <club> se quedan algunas docenas de inmensos e irredimibles papanatas boquiabiertos por la estupefacción y la más corrosiva envidia.
Y es que identificar a una bruja y acto seguido ligársela no lo hace cualquiera.
No todos tienen esa suerte.
Es decir, es una suerte si la bruja es de las cariñosas, porque si no… ¡cuidado con las brujas malas, que haberlas, haylas!
Doy fe.
Es bueno encontrar conjuros y hechizos que sean de magía blanca que es lo que realmente ayuda a solucionar los problemas de las personas, yo siempre estoy al tanto de esto ya que me gusta, como hay diferentes alternativas, aún mas Internet, yo he sacado valiosa información de esta página picantito..com donde hay diferentes alternativas y consejos, mírenla y me dan su opinión luego les mostraré más opciones que encuentro en las diferentes paginas de hechiceras y de conjuros, suerte.
Comentario por Erika — Junio 2, 2009 @ 9:25 pm
Vale, Erika, te comrpendo, nada que objetar. Pero… ¿quién eres qué eres, dónde estás…? Lo pregunto porque tal vez sería interesante continuar con este tema…
Saludos.
LOU CARRIGAN
Comentario por Lou Carrigan — Junio 3, 2009 @ 9:36 am
lolita - denme piropos para enamorar!…
Alguien que me ayude.. me podeis poner algunas frases de amor o de cualquier otro tema para ponerlas en el messenger?? esta bien esta: mi corazon por ti late.. como burro sin mecate! jaaj…
Trackbacks por lolita - denme piropos para enamorar! — Enero 5, 2010 @ 8:11 am
Lolita, te envío un piropo con el que sin duda tendrás mucho éxito. Aquí lo tienes:
QUIÉREME Y SERÁS MUY FELIZ.
Suerte.
Comentario por Lou Carrigan — Enero 7, 2010 @ 10:27 am
regalos baratos para hombres…
“[…]Lou Carrigan » Blog Archive » LA NEÓFITA Y LA HIGA[…]”…
Trackbacks por regalos baratos para hombres — Noviembre 15, 2013 @ 10:47 pm